Amigas
y amigos:
En ocasiones se escuchan comentarios desalentadores de la realidad que vivimos. No es que no se deba describir la cruda realidad; se debe conocer el suelo que pisamos, lo necesitamos conocer para poder caminar con tino en nuestra vida concreta. Tal vez comprendamos también la lamentación de quien se queja de cómo están las cosas… Lo que ya no vemos positivo es el mal agüero, el pesimismo de cara al futuro, la desconfianza en el poder cambiar las cosas a mejor.
En ocasiones se escuchan comentarios desalentadores de la realidad que vivimos. No es que no se deba describir la cruda realidad; se debe conocer el suelo que pisamos, lo necesitamos conocer para poder caminar con tino en nuestra vida concreta. Tal vez comprendamos también la lamentación de quien se queja de cómo están las cosas… Lo que ya no vemos positivo es el mal agüero, el pesimismo de cara al futuro, la desconfianza en el poder cambiar las cosas a mejor.
En las reflexiones que venimos haciendo nos hemos adherido al humanismo de Francisco de Sales. Esta manera de pensar y de obrar de Francisco nos encanta, porque, aunque ve las sombras de la realidad, también mira –y con sereno optimismo- los aspectos positivos de la misma.
Y especialmente, el humanismo de Francisco de Sales practica una sentida confianza en los valores de la persona; no se cierra en una visión negativa, inalterable de las cosas que no marchan, de las personas que tienen fallos; cree que pueden experimentar el cambio, que pueden encauzar su rumbo a actitudes positivas más abiertas y solidarias.
Hace poco, una persona exponía en una conversación con unos amigos lo lamentable de la crisis que se ha cernido sobre nosotros, por culpa de muchas circunstancias que se han dado, también por los comportamientos codiciosos y ambiciosos de algunas personas. Pero defendía a la vez que a las personas de nuestra sociedad las veía en general responsables, amantes de su familia, conscientes de los valores imprescindibles para la convivencia: el esfuerzo, el trabajo, la honradez… Con lo cual se abría una gran esperanza para que la crisis, al ritmo que pueda ser, vaya retrocediendo.
Claro, que también caben otras visiones no tan optimistas. Se pueden aceptar si son propuestas sin el sentido de la verdad absoluta, pues seguro que nos aportarán o subrayarán algún aspecto en el que no habíamos caído. Pero en cuanto a la confianza en los valores y las posibilidades de la persona para cambiar, para ponerse en pie, para responder a la realidad, lo sentimos, preferimos creer con el humanista saboyano que el ser humano posee esas potencialidades interiores de inteligencia, de libertad y de corazón que es posible poner en funcionamiento y dirigirlas a la verdad, a la solidaridad y al amor.
Resumiendo, amigas y amigos, ahora que va a empezar una nueva etapa, con el curso ya enfrente, con la normalidad, no nos vendrá mal considerarlo un tiempo de novedad, de mejora y de crecimiento. Pues confiamos, con optimismo, en las muchísimas personas que comienzan ahora con ilusión constructiva sus tareas habituales.
Vuestro amigo
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