Estimados amiga, amigo:
En esta quincena nos sumergiremos
-¡ojalá fuera en la fresca agua, por estas tierras!, ¡y calentita donde ahora es invierno!- en algo tan esencial y de tanto valor como es
la vida. Y trataremos de entender algo más, el lema que nos pone en alerta en la
custodia de este inapreciable bien: “Velar por la vida”.
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* * * celebrar la vida - velar por la vida * * * |
Velar por la vida, en primer
lugar, entendemos que no es una vocación exclusiva de las madres,
aunque es su primera función. Porque esta tarea la han de compartir,
primeramente, con los padres. Pero, también la deben tener como vocación quienes se
dedican a la medicina, a la sicología, a la educación… y corresponde también tenerla a una larga serie de
personas que tienen por fin la atención al ser humano. Y aún más, es que en verdad
esta atención al hermano es una vocación y una responsabilidad de toda persona.
¿Qué significa, si no, aquella pregunta de Yahvé a Caín: “Dónde está tu hermano”?
La contestación de Caín: ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?, es la actitud contraria, aquella que en justicia debemos evitar. ¿Qué hacer, entonces, para que no nos ocurra con tanta frecuencia este desatino de abandonar al hermano? Ángel Fernández Artime, Superior de los religiosos salesianos, responde así: -Es necesaria una revolución de la ternura.
La contestación de Caín: ¿Soy yo acaso el guardián de mi hermano?, es la actitud contraria, aquella que en justicia debemos evitar. ¿Qué hacer, entonces, para que no nos ocurra con tanta frecuencia este desatino de abandonar al hermano? Ángel Fernández Artime, Superior de los religiosos salesianos, responde así: -Es necesaria una revolución de la ternura.
A propósito de esta revolución
que propone el Padre salesiano, hace apenas unos días contemplé
esta escena conmovedora: Una persona no tan mayor caminaba con mucha dificultad,
dando tumbos. No se encontraba bien, se le notaba en los movimientos y en el
habla. Para su fortuna, una pareja, de mediana edad, le auxiliaba tomándolo del
cuerpo para enderezar su caminar. Le decían su nombre propio, le hablaban con
dulzura (¿te has pasado algo, no?, ahora a casa) –No, contestaba
balbuciendo. Para ir a casa se suponía que había de subir una calle cuesta
arriba, en los dos sentidos, físico y moral… Pero los dos amigos, él y ella,
continuaban acompañándole y dedicándole ternura.
¡Qué hermoso -y de justicia para el hermano- decidir revolucionar
nuestras tendencias de comodidad, de interés egoísta, de temor, y lo que es aún peor, de
indiferencia, de burla, de rechazo… y convertirlas en ternura, en dar con
sencillez y cordialidad la ayuda que necesita ella o él, sea quien sea!
Siempre nos alegra ver en las
redes sociales imágenes y comentarios positivos sobre la vida: unos cachorros
de perro jugueteando, la noticia de un bebé que sufre una enfermedad rara,
para el que se pide ayuda, una expresión de buen humor que nos hace sonreír…
Porque quien comunica esto, desata un caudal de ternura, un claro aprecio por la
vida. Y nos hace caer en la cuenta que celebrar la vida y velar por la vida van
unidos, y es la respuesta más encantadora que dar a nuestra realidad humana.
Aunque tú, amiga, amigo -yo también, y todos- no hemos de olvidar cuidarnos a nosotros mismos, con la misma ternura.
Francesc Soler
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