domingo, 31 de agosto de 2014

BEBE DE TU PROPIA FUENTE



Aunque hayan pasado las vacaciones, ese tiempo en que dispones de momentos para dedicarlos a ti misma, a ti mismo: a leer, escribir, pensar, rezar… De todas formas, si lo buscas, en todo tiempo encuentras un espacio que puede significar eso: Profundizar en ti, mirar cómo eres, quién eres… beber de tu propia fuente.


Por lo general, no es algo que hagamos con mucha frecuencia. Preferimos la mirada rápida, y por tanto, superficial que no nos traiga compromisos ni preocupaciones añadidas. Pero es que con esta actitud de ‘flotar’ en nuestra vida, de no plantearnos las preguntas que nos aclaren cómo vamos en nuestro camino vital, nos faltará la libertad de disfrutar con alegría de nuestra vida y captar con claridad el significado de nuestra existencia.

Bebemos de nuestra propia fuente cuando tomamos, unos minutos, -si no podemos más tiempo-, “para nosotros” e intentamos llenarlos de sentido, preguntándonos con sinceridad: ¿Cómo me encuentro? -Cansada, cansado?, muy ilusionada, ilusionado?, defraudada, defraudado?, en búsqueda? 

¿Qué es importante en estos minutos que tengo? –a dónde voy?, qué es lo que busco?

¿Cuál es lo fundamental, lo que merece la pena y me llena de sentido?

¿Y qué medios voy a poner para alcanzarlo? Pues, medios sencillos: la reflexión, el silencio, la oración, el diálogo clarificador cuando por una suerte muy especial, tenemos una persona a quien poder confiar nuestro corazón. Para ir aclarando nuestros pensamientos, y que nuestras emociones se vayan asentando. Si somos constantes en echar mano de estos medios, poco a poco se irá iluminando nuestro camino.

Y sobre el diálogo clarificador, tenemos un ejemplo en el evangelio de Juan en que se nos relata que Jesús de Nazaret ayudó a una mujer samaritana a beber de su propia fuente. Estaban junto al pozo de Jacob y el Maestro le pidió de beber a la samaritana. Pero la verdadera sed era la de esta mujer de Samaria: no se había parado a considerar la vida desordenada que llevaba, ni en pensar en una relación personal con Dios; su religión era poco interior, poco salvadora. Pero cuando escuchó al Maestro que le decía que Dios es Padre en todo momento y lugar, tan cercano que estaba hablando con él, y que  ella era capaz de entregarse de veras, de amar, se llenó de tanta alegría, que no pudo resistir su emoción y dejando el cubo, salió corriendo al pueblo, a contar lo que le había pasado y lo que le había dicho Jesús.

El pozo de donde saciarnos la sed que tenemos de verdad, no está muy lejos de nosotros; el manantial, la fuente de agua viva la tenemos en nuestro interior. Lo único que falta es la disposición. Sin lugar a dudas esta es la verdadera batalla que hemos de librar para beber de nuestra propia fuente: disponernos a entrar en nuestro interior. No importa que con nuestra reflexión no lo tengamos todo ya resuelto, pero lo importante es que estemos dispuestos a ver nuestra realidad.

Tu amigo,
Francesc


1 comentario:

  1. A modo de comentario, ofrezco aquí la transcripción de la escena de la samaritana vista por una chica de 11 años, con su interpretación. Los niños en ocasiones, no nos dejan de admirar.

    En esta escena aparecen Jesús y una samaritana. Jesús se dirigía a Galilea y tenía que pasar por Samaria. Estaba cansado del camino y se sentó al lado del pozo. Se acercó una samaritana a sacar agua y Jesús le pidió de beber. La samaritana le dijo que cómo le había pedido de beber un judío a una samaritana. Jesús le contestó que si supiera quién era, ella le pediría de beber, y si bebía del agua que Él le daría, nunca más tendría sed.
    El agua que le dijo que le daría sería la fe en Dios y si bebía de esa agua, de esa fe, nunca más necesitaría beber. Lo que quería transmitir era su fe en Dios.

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