lunes, 15 de septiembre de 2014

LA ALEGRÍA Y EL OPTIMISMO, MEDICINA IDEAL (1)


Cuando nos aprieta el zapato, nos lo quitamos y buscamos la solución; tal vez sea una piedrecita que se nos ha colado entre la suela y la planta del pie. Cuando nos invade la tristeza o la falta de ilusión, tenemos también un remedio, una medicina natural: la alegría y el optimismo.
Además, podemos comprobar que si hacemos las cosas con fe, es decir, ilusionados, creyendo en lo que llevamos entre manos… las cosas funcionan de otra manera, se nos nota, no podemos disimularlo, ponemos en movimiento todo lo que somos, arrastramos también a quienes nos ven; generamos ilusión, movimiento, vida a nuestro alrededor.

Esta modalidad de vivir así la vida se puede expresar con una palabra que entendemos muy bien: la alegría. La alegría se declina de varias formas; a veces es la comprensión con que nos atendemos a nosotros mismos, y a quienes están con nosotros. Otras veces, se puede concretar como compasión o ternura, que hace más sinceras y consistentes nuestras relaciones personales. En ocasiones, la alegría puede tomar el carácter de la consolación, o elevar el vuelo de la esperanza, de la confianza en el futuro. Y siempre, se entiende, que si practicamos la alegría, celebramos la vida, hacemos fiesta.

Los niños nos señalan con su natural transparencia qué valor tan alto tiene la alegría. Para ellos, la alegría y el juego son su ley. Los maestros, los profesores lo saben: Si empieza el curso y estos educadores se presentan con una nube de tristeza, de preocupación, ésta se disipa nada más escuchar las voces, los gestos, las miradas y las sonrisas de niños y jóvenes. Pues su forma de expresarse rezuma ese bello compartir de vida y de optimismo, que llamamos alegría. Que cura y alivia verdaderamente el desaliento y la tristeza. 

Lo entendió muy bien el maestro y padre de los jóvenes, Don Bosco. Al principio de su obra por ellos, comprendió que los jóvenes tienen hambre de vida, cosa que no se puede atender sin poner a su alcance un gran caudal de alegría. Pero, ¿qué tipo de alegría? Se trata ante todo de una "alegría querida”, es decir, que no brota por casualidad de alguna situación, sino que quien maneja este tipo de alegría, lo tiene prometido e integrado en su proyecto de vida. Don Bosco nos advirtió que quien quiera que haya alegría en su ambiente, ha de poner los medios.


Sabemos de alguien que tenía un medio curiosísimo para educar utilizando la alegría. La alegría es atractiva. Cuando esta persona, por cierto, profesor observaba que los jóvenes de su Instituto andaban dispersos, desorientados -diríamos- por los patios, pero necesitados de una buena palabra, aseguran que llamaba a dos o tres muchachos de aquellos y les contaba algún chiste que les hiciera reír estruendosamente. Automáticamente, acudía un buen grupo de compañeros estudiantes al lugar, atraídos por aquellas llamativas risas. Y ese era el momento que el profesor aprovechaba para decir las palabras, por cierto, atractivas e inteligentes, que sabía estaban necesitando los chicos.

¡A practicar la alegría! ¡Esa medicina que cura tantas cosas provenientes de la ensombrecida familia de la tristeza y el mal humor!


Vuestro amigo
Francesc


(1)  Inspirado en el artículo de Carme Candell en el Boletín Salesiano español.


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