domingo, 15 de marzo de 2015

EL ÉXTASIS




Apreciada amiga, amigo: Hoy reflexionaremos sobre el éxtasis. Seguiremos la línea del columnista Eduardo Jordá, quien nos dice que el adjetivo feliz es insuficiente para describir lo que siente un bebé, un niño cuando es feliz, cuando “se extasía”, por ejemplo, al jugar con su papá, o cuando la mamá le escucha, le canta o le acaricia.

  
  La felicidad que siente el niño es para siempre, y lo moldeará para siempre.

Él nos asegura que hay dos realidades de felicidad. La primera, la "felicidad” entendida en el sentido normal, nos dice que, como terrena que es, está destinada a desaparecer. ¿Y la otra felicidad que podríamos llamar “éxtasis?
Esa, el "éxtasis", según también Eduardo Jordá, "se puede decir que son unos momentos raros en la vida en que salimos de nosotros mismos y alcanzamos otra dimensión de la realidad. Momentos en los que no sabemos bien lo que nos sucede, pero sabemos que eso nos está “trascendiendo y afectando para siempre”.

Tenemos un testimonio, si no convincente, al menos impactante, que puede ayudar a entender este fenómeno del “éxtasis”. Es el suceso del conocido científico y teólogo francés Blas Pascal:

A finales de 1654 tiene lugar un hecho trascendente en la vida de Pascal. Blas Pascal, siguiendo las recomendaciones de leer la Biblia, de orar, de meditar, de un buen amigo suyo, una vez retirado a su habitación, comenzó a leer la pasión de Cristo: en este pasaje él se vio como Judas que entregaba a Jesús, como Pedro que le negaba; era también su mano la que clavaba a Jesús en la cruz. Transportado y con fiebre comenzó a escribir su Memorial en un trozo de pergamino, descubierto cosido al dobladillo de su ropa después de su muerte, y que decía:

«En noviembre 23 de 1654, desde las 10.30 a las 12.30 de la noche. FUEGO. Dios de Abraham, Dios de lsaac, Dios de Jacob, no de los filósofos ni de los letrados. Certidumbre, certidumbre, sentimiento, gozo, paz. Dios de Jesucristo...Jesucristo... Que nunca sea separado de Él».

El "éxtasis" le duró, pues, dos horas. Desde entonces Blas Pascal fue otra persona; llevó siempre junto a él su Memorial y ajustó su vida al "éxtasis" experimentado. Para él fue una gozosa llamada del Dios vivo.

Por supuesto que tú, amiga o amigo, puede que tengas en tu vida fenómenos parecidos a este. Pienso que lo importante de ellos es el significado que les demos -como lo hizo Blas Pascal- para orientar nuestra existencia, independientemente de si los consideremos verdaderos "éxtasis", o bien los entendamos como sucesos de difícil calificación. Amiga, amigo, espero que esta reflexión no te haya turbado la paz, sino que continúes sintiendo la felicidad.    

Tu amigo,

Francesc.

(1)  Adaptación en parte del artículo de Eduardo Jordá en el periódico Levante (Valencia -España).

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