La Cuaresma es un tiempo DE CUARENTA DÍAS en que se invita a
los cristianos a la meditación, la reflexión y la oración (el silencio), a
imitación de Jesús de Nazaret que, según nos cuentan los evangelios hizo esta
experiencia de “desierto” antes de comenzar su misión de predicación y curación
por los pueblos de Palestina.
Hoy en día, la Iglesia católica aún se dirige a sus hijos y les propone dos tareas para este período. En primer lugar, que se apresten a realizar un cambio del corazón y en segundo lugar que se acerquen más a Jesucristo (la liturgia dice en concreto “que avancen en la inteligencia del misterio de Jesucristo”).
Hoy en día, la Iglesia católica aún se dirige a sus hijos y les propone dos tareas para este período. En primer lugar, que se apresten a realizar un cambio del corazón y en segundo lugar que se acerquen más a Jesucristo (la liturgia dice en concreto “que avancen en la inteligencia del misterio de Jesucristo”).
Nos centraremos en la primera tarea: cambiar el corazón.
Para que se pueda tener una clara idea de lo que quiere decir esta expresión,
la Cuaresma comienza presentándonos la realidad de las tentaciones. Todos, sin
excepción somos tentados, cada cual según su respectiva situación está
solicitado por unos “dioses” -que prometen mucho, pero que no responden a
nuestras profundas aspiraciones-, a adorar-los. Jesús nos dice al respecto: -Donde
está tu tesoro allí está tu corazón. Pues algunos de estos “tesoros” pueden ser
el egoísmo, la codicia del tener, el afán de placer, la comodidad, la
prepotencia, el orgullo, entre otros. Tentados como estamos por estos “dioses”
no siempre salimos victoriosos de sus engaños.
Aunque la tentación no es mala de por sí, pues es necesaria
para que nos demos cuenta de quiénes somos, ya que nos medimos cuando pasamos
por una prueba. Entonces podemos experimentar si tenemos entereza para rechazar
el mal y salir o vencedores, o no.
Jesús también fue tentado. De esta forma él nos puede mostrar
que fue vencedor en las tentaciones. También nos señala de qué forma las
venció. ¿Cómo? -Con la conversión. Pero no con una conversión genérica, sino
con una conversión concreta, la que viene de la palabra “convetere”, que
significa dar un giro, “volverse a”. Jesús
venció “volviéndose” de los dioses que no salvan al Dios que da la vida, al
Dios que nos alegra la vida.
Dice el papa Francisco que continuamente somos retados por el
mal. Cuando somos tentados a escoger las cosas nuestras, a las que vivimos
apegados: nuestras rutinas, nuestros pensamientos y proyectos... en ese caso
hemos de escoger las cosas de Dios. Lo que él quiere de nosotros. QUE ESCOJAMOS EL AMOR.
Había una familia compuesta por los padres y por los hijos,
estos aun menores. Uno de los padres se encontraba enfermo de forma
permanente. La tentación era para el progenitor/a que gozaba de salud: o bien
huir, o bien atender a su compañero/a enfermo/a y a los hijos, y lanzarse
adelante con su tarea. Es difícil asumir esta situación, pero siempre hay quien
se ha arriesgado a responder con generosidad a la misma; se ha arremangado y ha
permanecido al lado de los suyos.
Recuerdo ahora a Mamá Margarita, la madre del gran
educador Don Bosco, la cual, habiendo fallecido su marido cuando el hijo
pequeño tenía dos años, no se lo pensó dos veces y arreó con la suegra ya mayor,
con sus dos hijos y el tercero, hijastro, hijo de la primera mujer, ya
fallecida cuando Margarita casó con Francisco, su marido. Pero no todos ni todas vencen
esta tentación más arriba apuntada. Muchas veces esto constituye una desgracia
para hijos y padres.
Tu amigo
Francesc
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