Después de una gran alegría nos
pasa muy a menudo que perdemos fuelle. Que en el caso más concreto de que
hayamos compartido con alguien una felicidad, una sintonía extrema, esta se
vaya difuminando y vayamos restándole importancia a esa super-bonita relación,
y volvamos a la rutina pesada y desdibujada.
¿No les pasó esto mismo a los
apóstoles visitados por Cristo resucitado? Los discípulos volvieron –según nos
afirma el evangelio de Juan- a sus lugares comunes: Galilea, el lago, la barca, las
redes, la pesca. ¿La pesca? ¿Es que pescaron algo? Tal vez este fracaso fue el
detonante para considerar que habían perdido su amor primero.
Llamamba mucho la atención una
frase escrita en inglés sobre el asfalto. A pesar de la exposición a la intemperie, aun dice así:
“Ámame como tú lo haces”. La proclama de amor, con letras blancas, estaba al
abrigo de un bonito corazón azul, ahora desdibujado. Esto es lo que, al final convence(?) a un
amante; se conforma con que las cosas sigan así, con ese sencillo amor, con aquello que da de
sí el corazón humano, frágil e inconstante. No es una mala consideración.
Pero ¡no! El corazón del/de la amante
necesita más compromiso, más ilusión, más pasión, a pesar de la ausencia o del
olvido de su amado/a. Es lo que le pasó a Jesús resucitado. Habían convivido
con él; es más, habían sido testigos de su resurrección; les había comunicado
su Espíritu… y ellos, sus amigos, sus discípulos volvían a la barca y a las
redes. A la rutina de antes. ¿Qué les quedaba del amor de su Maestro que,
además, había dado su vida por ellos y ahora se la regalaba a manos llenas; que
era su vida?
¡Será oportuno un buen tropezón
-¿un fracaso, como el de la pesca cero?- para reaccionar y “ver” otra vez el
valor de un amor! Redescubrir la felicidad, la compañía del amante y “amado”.
Declararle de nuevo el amor, porque lo hay, pero se había quedado escondido,
como apagado.
Amiga, amigo, ¡qué humano es
esto! Pero lo que es ya divino es el volver a sentir la alegría y la pasión de
nuevo. Sentir, en este caso, que con él, santo y feliz Jesucristo –como le
cantaban cristianos anteriores- se romperá la red, llena de alegría, de vida y
de felicidad.
Amiga todavía, amigo todavía: ¡Feliz Pascua!
Francesc
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