La sobremesa
era interesante. Alguien del grupo terció: -Esta sociedad nos obliga a pasar
por encima de lo que es correcto. Y explicaba: -Yo llevo a mi hijo al colegio
en el vehículo. No puedo circular a 40 km/por hora como manda la normativa en
la ciudad. Te pitan, te urgen los demás conductores a que aceleres. Mi hijo se
da cuenta de que no cumplo la norma, porque otros me obligan a incumplirla… Y
así en otros campos de la vida.
Cuando acabó
de relatarnos sus experiencias, tomó la palabra otra persona. Se dirigió a los
comensales decidido: ¡No estoy de acuerdo! Solo hay una forma de actuar;
hacerlo bien. Y es lo que hay que hacer. Se debe pasar sobre lo que otros
opinen o reclamen, y seguir aquello que sabemos que es lo que está bien aunque
sea molesto. Es la única manera de hacernos bien a nosotros mismos, de educar
bien a nuestros hijos, y de mejorar la sociedad.
Hace poco
escuché esto que nos puede resultar inusual. El empresario tenía una flota de
camiones. Los vehículos debían pasar la revisión periódica. Sabemos que aun
cumpliendo esta norma, los vehículos y los conductores pueden tener problemas
en su funcionamiento o en su trabajo.
Pero este
caballero sabía que la revisión completa y bien realizada es la que hay que
hacer periódicamente. Y más aún, solucionar todo lo que se observe en cualquier momento
que pueda perjudicar a las personas, a los vehículos y a la carga.
La tenía
encima de su mesa. Era la nota con la indicación de que se pasara la revisión de
los camiones. Entró un personaje muy común que, al ver el escrito, le soltó al
empresario: -¿Estás tonto? ¿Pero vas a hacer eso? No, hombre, no. Te vas a
ahorrar un buen dinero si solicitas la revisión en tal sitio. Y los vehículos
no van a tener que entrar a taller.
El
empresario hizo como correspondía la revisión, porque le importaba el negocio,
pero mucho más el que en lo posible no hubiera daños personales.
Hay todavía
mucha gente que hace las cosas bien.
Tu amigo,
Francesc.
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