Si no miramos a nuestros hermanos como importantes, nos falta arreglar nuestra vista interior. Tal vez, no mirarnos tanto en el espejo, y mirar más la realidad de quienes están al borde del camino, y tan cerca de nosotros, que tienen la enorme dignidad y la importancia que posee todo ser humano.
Hay
lastimosamente gente que no es ciega, pero que no ve la importancia de los
demás. Ahora bien, puede que tampoco vea el destino, la función que se le pide
en su vida; con lo cual es muy de adivinar que no distinga lo importante de lo superficial en su devenir.
En el
evangelio de Marcos, hay un milagro; que consiste en que un ciego “ve” a Jesús,
el Maestro, que le está “mirando” con la dignidad, con el respeto y la grandeza
que tiene, pero de la que no disfruta, pues está excluido, al borde del camino.
¿Cómo se habrá producido ese milagro, cuando el ciego del camino le grita: ¡Jesús, hijo de David, ten piedad de mí!?
La “mirada”
de Jesús se acerca a su doble ceguera, la del cuerpo y la de la dignidad, y lo
cura, haciéndole brotar un hambre de dignidad, de persona cabal.
Tu amigo,
Francesc
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