Para el exalumno, el salesiano es "un soplo en el cogote..." ya que además de acoger, orienta y anima.
viernes, 20 de abril de 2012
EL AMOR VENCE AL MIEDO
Apreciados amigas y amigos: En esta ocasión os invito a reflexionar sobre ese gran enemigo del amor, que es el miedo. Porque el gran enemigo del amor no es la venganza, la violencia, el resentimiento o el enfado. Su verdadero enemigo es el miedo.
No tratamos aquí del miedo que nace de la prudencia y de la responsabilidad y que nos hace evitar los peligros. Este miedo es positivo. Nos referimos a ese otro miedo maligno, que surge de la inseguridad interior y que se alimenta de la dependencia infantil de los demás que aún no hemos superado. Este miedo es universal, lo tenemos o podemos tenerlo todos y provoca en nosotros sentimientos profundos que nos ahogan y paralizan; que nos atan el corazón, pues obstaculizan nuestra capacidad de amar y de ser amados.
Otras consecuencias del miedo en nosotros consisten en distorsionar la realidad; nos hacen ver ‘una película’, que no es verdadera; no nos dejan desplegar la autoridad que llevamos dentro de nosotros, ni tampoco desarrollar y gozar de la belleza interior que nos habita.
Para ir deshaciendo esas ataduras con que nos paraliza el miedo (o los miedos), es necesario que le miremos cara a cara, que le llamemos por su nombre; que le retemos y desmontemos así la mentira con que nos engaña e impide nuestro despliegue vital de pensamiento, sentimiento y obrar. El miedo es como un perro que ladra en la noche, pero que está atado y que por tanto no puede dañarnos. Y al final se cansará de ladrar.
Se han de poner, además, en movimiento unas actitudes nuevas que impliquen confianza en la vida y en todo lo que ella significa. Actitudes que liberan ese tesoro, esa belleza interior que tenemos y nos conectan con la belleza que nos rodea por doquier (amor a nosotros y amor a los demás).
Estas actitudes que se han comentado requieren una práctica frecuente de actos que nos abran a la vida. Actos que hay que poner en práctica a menudo y en variadas circunstancias, y así nos llevarán a la adquisición de unos hábitos que afianzarán nuestras actitudes positivas. Uno de estos actos, por ejemplo, puede consistir en agradecer los detalles que tienen con nosotros.
Este esfuerzo de práctica frecuente de estos actos “de amor” requiere, como es evidente, mucha paciencia, mucha constancia, pero al final darán como resultado la victoria del amor sobre el miedo.
Al igual que como con el acto referido, podemos empezar por cualquier ejercicio que veamos conveniente; cualquiera que abra nuestro corazón. Sin duda, empezar es lo más costoso. Vencido ese comienzo, la constancia de este ejercicio extenderá su beneficio a todo nuestro nuevo ser, a nuestro ‘nuevo amor’.
Como he advertido en alguna otra ocasión, no hemos de desanimarnos durante este proceso, pues un pequeño avance de gratuidad, de espontaneidad, de confianza de hoy puede ser la salvación de mañana.
Amigas y amigos, ¡a amar sin miedo!
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