Apreciados
amigos y amigas, hoy os propondré una
práctica que sin duda puede realizar
maravillas en nuestras relaciones: mirar
con amor a los ojos de nuestros
interlocutores.
Las personas necesitan que se las mire. Con su forma de arreglarse, de vestir… están diciéndonos: ¡mírame!
Las personas necesitan que se las mire. Con su forma de arreglarse, de vestir… están diciéndonos: ¡mírame!
Cuando
incluso en la familia, según las
estadísticas, se tienen encuentros personales diarios
con los hijos adolescentes de solo un
cuarto de hora de media (Ya se
sabe, la tele, los programas…atraen
tanto…), si no aprovechamos esos minutos
para mirar a los ojos a la hija
o al hijo, para transmitirle amor,
seguridad, acompañamiento, ¿se puede luego
esperar una respuesta de compartir, de
confianza, de sinceridad, de atención?
Con los ojos se transmite amor, atención, aprecio, interés. Si se habla con otra persona sin mirarle a la cara, a los ojos, la persona que escucha se siente desorientada, no capta la sinceridad, la emoción, la intensidad del interlocutor. En ocasiones se nos ha invitado a autoevaluarnos, a pasarnos el test de si sabemos el color de los ojos de nuestros más allegados: parientes, amigos, amigas, compañeros/as…Esta evaluación nos puede sorprender, pues no siempre recordamos esta faceta de nuestros más “íntimos”. Es un test que nos indica si de verdad estimamos a los que estimamos.
Como anécdota os propongo la siguiente: Cuando el profesor entraba en el aula, se dirigía a la clase en general y entonces muchos de sus alumnos y alumnas expresaban con voces y con sonrisas la simpatía por su profesor. Realmente había armonía, "feeling" en ese curso con el educador, por lo que explicaba, por cómo lo decía. Les caía muy bien. Sin embargo, en el primer pupitre se sentaba una chica que le miraba con sus ojos almendrados que brillaban chispeantes, acompañados de una bella sonrisa. No decía nada. En alguna ocasión que podía hacerlo, el profesor se dirigía a ella y le susurraba: -No me dices nada, pero tus ojos me lo dicen todo.
Aprender a mirar a los ojos, enseñar también a los niños y jóvenes a mirar a los ojos es muy importante para la vida. Si no nos miran sentimos que no nos tienen en cuenta, que se desinteresan de nosotros. La mirada a los ojos nos pone en contacto con los demás de la forma más completa y transmite lo más bello que hay en nuestro interior.
Amigas y amigos, no me resisto, también yo, a dirigir una mirada a tus ojos.
(1)Adaptación artículo de Bruno Ferrero en el Boletín Salesiano
Con los ojos se transmite amor, atención, aprecio, interés. Si se habla con otra persona sin mirarle a la cara, a los ojos, la persona que escucha se siente desorientada, no capta la sinceridad, la emoción, la intensidad del interlocutor. En ocasiones se nos ha invitado a autoevaluarnos, a pasarnos el test de si sabemos el color de los ojos de nuestros más allegados: parientes, amigos, amigas, compañeros/as…Esta evaluación nos puede sorprender, pues no siempre recordamos esta faceta de nuestros más “íntimos”. Es un test que nos indica si de verdad estimamos a los que estimamos.
Como anécdota os propongo la siguiente: Cuando el profesor entraba en el aula, se dirigía a la clase en general y entonces muchos de sus alumnos y alumnas expresaban con voces y con sonrisas la simpatía por su profesor. Realmente había armonía, "feeling" en ese curso con el educador, por lo que explicaba, por cómo lo decía. Les caía muy bien. Sin embargo, en el primer pupitre se sentaba una chica que le miraba con sus ojos almendrados que brillaban chispeantes, acompañados de una bella sonrisa. No decía nada. En alguna ocasión que podía hacerlo, el profesor se dirigía a ella y le susurraba: -No me dices nada, pero tus ojos me lo dicen todo.
Aprender a mirar a los ojos, enseñar también a los niños y jóvenes a mirar a los ojos es muy importante para la vida. Si no nos miran sentimos que no nos tienen en cuenta, que se desinteresan de nosotros. La mirada a los ojos nos pone en contacto con los demás de la forma más completa y transmite lo más bello que hay en nuestro interior.
Amigas y amigos, no me resisto, también yo, a dirigir una mirada a tus ojos.
(1)Adaptación artículo de Bruno Ferrero en el Boletín Salesiano
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