Hay
despedidas y despedidas. Como dice la
tonadilla andaluza: “Algo se muere en
el alma cuando un amigo se va”.
Esta vez vamos a profundizar precisamente
en este aspecto de la despedida, en
haber o no haber sido amigos de
quienes han convivido con nosotros y
ahora se van de nuestro lado.
Estamos prácticamente en pleno verano, en plenas vacaciones, recortadas o no, pero siempre en pleno julio cuando la vida lleva otro ritmo, en el que ojalá podamos tener tiempo para nosotros, tiempo para reflexionar con calma. En esta ocasión no cambiaremos de tema; seguimos con la temática de la despedida.
Hay despedidas y despedidas. Como dice la tonadilla andaluza: “Algo se muere en el alma cuando un amigo se va”. Esta vez vamos a profundizar precisamente en este aspecto de la despedida, en haber o no haber sido amigos de quienes han convivido con nosotros y ahora se van de nuestro lado.
Trataremos de la despedida que podemos llamar definitiva, o al menos, de aquella que implica un cambio de rumbo. Hay situaciones en que la fórmula de despedida no puede ser “hasta luego”. En estas circunstancias, el adiós es, o debe ser, más sentido. De un lado se debe mirar hacia atrás, no demasiado, sino como se hace con el retrovisor del vehículo, que es una mirada fugaz para podernos situar: ¿qué ha sido de nuestra relación con el que se va?, para luego mirar al frente, al presente y al futuro.
Cuando nos vamos, o se van definitivamente o casi, de nuestro lado las personas con las que hemos convivido, os propongo este estupendo ejercicio a realizar, que es preguntarse: ¿He aprovechado la oportunidad para comprender, para valorar, para dejarme ayudar, en definitiva para amar lo más posible a esta(s) persona(s)?
Sin embargo, nuestro análisis retrospectivo -cualquiera que sea la respuesta del mismo- no debe desalentarnos, amargarnos, porque aún tenemos la oportunidad de corregir nuestra actitud, si no hacia los que ya se han ido, sí hacia los que tenemos todavía a nuestro lado.
Como anécdota alentadora, o como parábola, os contaré que hay todavía un árbol añoso, una mimosa, en el patio de un colegio de Primaria. Es maravilloso comprobar cómo ha ido retorciéndose en ramas y tronco para facilitar que los alumnos pequeños jugaran con él. Ahora se debe cortar en estas vacaciones porque molesta. El árbol en cuestión se despide. Pero sin duda, la mimosa estará orgullosa de su actitud generosa, mientras los escolares, es seguro que alguna lagrimita han de derramar apenas descubran, al regresar a su cole en septiembre, que no está la mimosa en aquel rincón, su querida y complaciente compañera de juegos.
Amigos y amigas, podemos aprender a decir adiós; podemos aprender esa admirable lección de la despedida preguntándonos: ¿“Hemos amado?, ¿hemos estimado”? Felices nosotros si al abrir el corazón lo encontramos lleno de nombres.
Vuestro amigo
Nota.- Puedes consultar un poema dedicado a la mimosa de la anécdota, haciendo click en la burbuja de comentarios de la presente reflexión.
No hay comentarios:
Publicar un comentario