¿Quién no ha oído la
sentencia: “Se cazan más moscas con
una gota de miel que con un barril
de vinagre”? Frase que se le atribuye
al gran humanista Francisco de Sales
y que subraya que un trato dulce
logra más resultados que una relación
tormentosa y violenta.
No vamos a pensar que Francisco no experimentaba la dificultad de comportarse siempre de forma dulce, especialmente ante interlocutores destemplados. En una ocasión un cierto caballero le espetó: -"Ya sabe que el evangelio dice que si te abofetean en una mejilla hay que poner la otra. Si yo le doy una bofetada, ¿pondría la otra mejilla?" Muy sereno, pero muy firme le contestó Francisco: -“Usted pruebe; yo sé lo que tengo que hacer, pero no estoy seguro de lo que haré”. El humanista saboyano no aceptaba en esto el juego, la trivialidad.
Francisco de Sales había aceptado una misión bien difícil: conseguir que unos cristianos católicos de la población de Thonon, que habían pasado a la fuerza a otra confesión cristiana, pudieran volver al seno de su anterior religión. Por este motivo se creó virulentos enemigos que le perseguían a muerte. Un día, mientras hacía su viaje acompañado de su fiel asistente, dos sicarios se abalanzaron sobre él con el fin de hacerlo desaparecer. Su asistente desenvainó la espada para defenderle, pero Francisco le obligó a enfundar el arma. Empezó a hablar con ellos con tanta entereza, paz y dulzura que aquellos esbirros –cuenta la historia- le pidieron perdón con toda humildad.
Y es que este humanista amaba extraordinariamente a la persona humana; se conmovía cuando veía un ser humano; sobre todo si estaba necesitado. Rechazaba por sistema actuar a la defensiva y más aún hacerlo de forma agresiva, pues de inmediato captaba la grandeza, la dignidad y a la vez la precariedad de la persona que tenía delante.
No es de extrañar por tanto, -aunque con la perspectiva de hoy nos haga sonreír-, el hecho de que ayudara a un empleado suyo a comunicarse con su novia, redactando por él una carta de amor. O también que muy enfermo ya, en sus últimos días, prefiriese la casita del jardinero, donde definitivamente murió, a la casa del monseñor que le ofrecía su palacio.
Amigos, la receta para este veraniego mes de agosto que estrenamos, podría ser: la dulzura, la amabilidad, la paz en el trato con los semejantes que nos aconseja el insigne humanista saboyano Francisco de Sales.
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