Estimados,
amigas y amigos, ¡FELIZ AÑO NUEVO
2013! Aquí estamos con esta reflexión
que venimos compartiendo quincenalmente. Hoy
trataremos un tema que parece
contradictorio, “el silencio habla”; el
silencio tiene una increíble fuerza, que
vale la pena conocer y aprovechar.
En primer lugar, no hay silencio si no calmamos las urgencias, si no aparcamos las tareas inmediatas. Por tanto, ya que estamos dentro de este frenético medio que es internet, te ruego amiga, amigo que apagues ese rumor interior y “escuches” el silencio.
Porque nos hace falta callar y desconectar los ruidos exteriores e interiores para percibir lo que nos comunica el silencio. Elías lo captó en esa conmovedora experiencia suya que el libro primero de Reyes nos cuenta tan bellamente: “Vino un huracán violento, que descuajaba los montes y hacía trizas las peñas delante del Señor; pero el Señor no estaba en el viento. Después del viento vino un terremoto; pero el Señor no estaba en el terremoto. Después del terremoto vino un fuego; pero el Señor no estaba en el fuego. Después del fuego se oyó una brisa tenue; al sentirla, Elías se tapó el rostro con el manto, salió afuera y se puso en pie a la entrada de la cueva. Entonces oyó una voz que le decía: -¿Qué haces aquí, Elías?”
Las cosas grandes necesitan del silencio. El silencio purifica la comunicación con nosotros mismos y con los demás: la libra de defectos, errores, manipulaciones, exageraciones, emociones distorsionantes.
Meditar, hacer silencio puede sacar de nosotros una visión tan profunda de nuestra vida, de realidades que no llegaríamos a captar si no callamos, si no nos sumergimos en él. San Juan de la Cruz nos asegura que para percibir estas realidades profundas “aquí no venimos a ver”. Sencillamente, callamos.
En ocasiones recordamos con más intensidad los silencios de personas significativas para nosotros, que sus palabras. Además, para conocer mejor a nuestros interlocutores es necesario hacer silencio, cuanto más completo y atento, con mayor claridad captaremos su mensaje.
Recuerdo una experiencia con amigos minusválidos. Iba con el grupo que, en un determinado momento, me invitó a visitar a una joven mujer paralítica sordomuda, amiga suya. Me advirtieron que estuviera atento a sus ojos, porque en ellos iba a poder leer los detalles de la “conversación” que teníamos con ella. Pero que lo más importante consistía en saber si era bienvenido o no. Os confieso que la experiencia me resultó un tanto incómoda, lo cual se reflejó claramente en aquellos ojos de la joven.
Amigas, amigos. Hemos aprendido que más allá de las palabras, de los gestos, de la mirada, -como es en el caso que os he contado-, el silencio también habla. Y nos conecta con lo más profundo de nosotros.
De nuevo, os deseo un feliz y próspero año 2013.
Vuestro amigo
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