Apreciados:
amiga, amigo; seguimos el tema de la
amistad, esa relación entre las personas
que pone a prueba el amor. Tanto
si tienes una “mi mejor amiga” o
un “mi mejor amigo”, o bien
sencillamente, si tienes amigas y amigos
sin esa especialidad de “mi mejor”,
¡va por vosotras, por vosotros esta
reflexión quincenal!
Ya
apuntamos en una anterior reflexión que
la amistad es algo muy hermoso, pero
que como realidad humana que es, está
sometida a unas leyes ideales que, en
cada caso se van concretando con la
intensidad con que se puede.
La amistad la podemos comprender mejor si la observamos desde estas cuatro facetas: confianza, solidaridad, libertad y respeto. Entraremos en el interior de las dos primeras. En otra ocasión podemos ver las dos restantes.
¡Qué bonito es tener una amiga/o en quien confiar las penas, los problemas, y también con quien compartir las alegrías, las ilusiones y los proyectos! Pero lo que más agradecemos es que guarde nuestros secretos, con la seguridad de que no nos los va a airear, porque le entregamos algo “nuestro”, y lo sabe. En este caso, tenemos plena confianza en ella o en él y casi no nos interesa tanto que nos dé recetas para resolver nuestros embrollos y problemas, cuanto que nos escuche y capte nuestro interior de veras.
La confianza es como un frasco que guarda un aroma embriagador. Si lo abres, si aquello que te han confiado lo comunicas a quien no debes… se evapora. Así nos puede pasar a veces. Cabe tenerlo esto en cuenta si se quiere gozar de esa confianza que tanto apreciamos.
Además, los amigos, las amigas han de corresponder a esa preciosa amistad con la solidaridad: es decir, se han de emplear a fondo en defender, proteger, atender las necesidades de ‘la mejor amiga o amigo’. Es más, deberíamos ser capaces de adivinar esas necesidades. ¡Qué poco valdría nuestra amistad si no defendiéramos a rajatabla la fama de nuestra amiga/o! Podemos decir que la solidaridad en la amistad nos indica la altura, el calibre, la calidad de la misma.
Tengo presente el lamento de una estudiante que se quejaba así: -Cuando me he equivocado en clase, los de siempre se han echado a reír, pero lo que más me ha dolido es que he mirado a mi mejor amiga y estaba riéndose también.
Si no protegemos, atendemos, defendemos a nuestra amiga o a nuestro amigo del alma, bien poco vale nuestra amistad. Y si consideramos aun así que nuestra amistad es extraordinaria… no nos llevemos a engaño, posiblemente sea fantástica, en el sentido de que es más imaginaria que real.
Si tienes una amiga o un amigo del alma, permíteme que te felicite; tienes mucha suerte, un tesoro. Pero cuídala/o. Ojalá hayan podido ayudarte estos conocimientos sobre cómo funcionan la confianza y la solidaridad en este campo afectivo de la amistad. Así te lo deseo, y perdona mi atrevimiento de entrar en tu esfera de amigos, despidiéndome de ti así:
La amistad la podemos comprender mejor si la observamos desde estas cuatro facetas: confianza, solidaridad, libertad y respeto. Entraremos en el interior de las dos primeras. En otra ocasión podemos ver las dos restantes.
¡Qué bonito es tener una amiga/o en quien confiar las penas, los problemas, y también con quien compartir las alegrías, las ilusiones y los proyectos! Pero lo que más agradecemos es que guarde nuestros secretos, con la seguridad de que no nos los va a airear, porque le entregamos algo “nuestro”, y lo sabe. En este caso, tenemos plena confianza en ella o en él y casi no nos interesa tanto que nos dé recetas para resolver nuestros embrollos y problemas, cuanto que nos escuche y capte nuestro interior de veras.
La confianza es como un frasco que guarda un aroma embriagador. Si lo abres, si aquello que te han confiado lo comunicas a quien no debes… se evapora. Así nos puede pasar a veces. Cabe tenerlo esto en cuenta si se quiere gozar de esa confianza que tanto apreciamos.
Además, los amigos, las amigas han de corresponder a esa preciosa amistad con la solidaridad: es decir, se han de emplear a fondo en defender, proteger, atender las necesidades de ‘la mejor amiga o amigo’. Es más, deberíamos ser capaces de adivinar esas necesidades. ¡Qué poco valdría nuestra amistad si no defendiéramos a rajatabla la fama de nuestra amiga/o! Podemos decir que la solidaridad en la amistad nos indica la altura, el calibre, la calidad de la misma.
Tengo presente el lamento de una estudiante que se quejaba así: -Cuando me he equivocado en clase, los de siempre se han echado a reír, pero lo que más me ha dolido es que he mirado a mi mejor amiga y estaba riéndose también.
Si no protegemos, atendemos, defendemos a nuestra amiga o a nuestro amigo del alma, bien poco vale nuestra amistad. Y si consideramos aun así que nuestra amistad es extraordinaria… no nos llevemos a engaño, posiblemente sea fantástica, en el sentido de que es más imaginaria que real.
Si tienes una amiga o un amigo del alma, permíteme que te felicite; tienes mucha suerte, un tesoro. Pero cuídala/o. Ojalá hayan podido ayudarte estos conocimientos sobre cómo funcionan la confianza y la solidaridad en este campo afectivo de la amistad. Así te lo deseo, y perdona mi atrevimiento de entrar en tu esfera de amigos, despidiéndome de ti así:
Tu amigo
Francesc
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