No habrá apenas ciudadano del planeta que no reconozca la lucha noble, sacrificada, sostenida de este gran hombre de color, a favor de la igualdad en Sudáfrica de negros y blancos: Nelson Mandela.
El jueves 5 de diciembre
falleció Nelson Mandela, a la edad de 95 años, habiendo dado una lección de
constancia en la lucha contra la desigualdad de negros y blancos en la gran
nación de Sudáfrica.
Hay que decir que el protagonista de este
ejemplo de hombre cabal, dentro de los ineludibles defectos y errores que todo
humano comete, trató de que los negros tuvieran los mismos derechos, iguales
leyes que los blancos en su país. Pero cuando ya esto fue posible, pidió
también respeto e igualdad de parte de los negros hacia los blancos. Como
ejemplo de esta coherente actitud, Nelson Mandela señaló a los negros que el
equipo de rugby de Sudáfrica, compuesto en esta ocasión por solo blancos,
recibiera su apoyo, su estima, porque no era el equipo de rugby de los blancos
de Sudáfrica, sino que era, el equipo de rugby de Sudáfrica.
Nelson Mandela no solo sufrió
la oposición, sino también la persecución de quienes intentaban silenciar sus mensajes y sus métodos de conseguir la igualdad en su
país. A causa de estos problemas, fue finalmente encarcelado, aislamiento
carcelario que duró 27 largos años. Aunque no dejó ni por esto la lucha por la
igualdad de los ciudadanos de Sudáfrica.
Estando este largo tiempo en
la cárcel conoció a muchos presos, a carceleros y oficiales de prisión. Pues
bien, cuando fue excarcelado y pudo, con dinero de su bolsillo –no del
gobierno- convidó a todos sin distinción, con quienes había tenido contacto en
la cárcel, a juntarse para tener una reunión cordial con ellos. Para esto hubo que
disponer un viaje en avión. Nelson Mandela en este acontecimiento los trató,
pese a sus cargos, a sus ideas, o a sus condenas, con el respeto y con la
consideración que merece todo ser humano.
Este hombre cabal, apenas
liberado el 11 de febrero de 1990, pronunció un relevante saludo desde el
balcón del Ayuntamiento de Ciudad del Cabo, con estas palabras, sin asomo de
venganza, llenas de perdón, de reconciliación y de esperanza para todas las
personas de Sudáfrica, desangrada por las luchas étnicas: “Os saludo a todos en
nombre de la paz, la democracia y la justicia universal”. Con ello inició el alumbramiento
de una Sudáfrica en paz. Por eso sus paisanos le pudieron llamar con razón Tata
(papá) Madiba.
Nelson Mandela: hombre
distinguido con el Nobel de la Paz, pero más distinguido todavía por esa
sonrisa perenne con que aparecía siempre, fruto de su paz interior, de su
compromiso constante y total con la defensa de toda persona.
Hoy la inmensa población del
planeta lamenta su pérdida; reconoce su altura humana y suspira porque
aparezcan hombres de su talla, hombres que valoren por encima de todo a las
personas, hombres que tengan compasión de quienes están injustamente tratados,
hombres que aparten de su vida la codicia y la ambición como principal objetivo
de su existencia y que profesen respeto y compasión para con sus semejantes.
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