Las tradiciones, dentro de su antigüedad que parecen ancladas en el pasado, conservan sin embargo siempre si profundizamos en ellas, unas esencias vitales y renovadoras. Esto pasa también con la tradición de “La Venida de la Virgen” en la ciudad de Elche, provincia de Alicante (España).
Muy de madrugada, sobre
las arenas de la playa del Mar Mediterráneo, se recibe el soplo frío de la
brisa marina. Se ha de estar bien abrigado para contemplar la escena. Los
personajes están también, como la brisa, en movimiento: Francesc Cantó, el
guardacostas monta su vigilancia cabalgando a lomos del caballo, mientras
avista flotando sobre el mar, movido por las olas, algo extraño. Desmonta el
vigilante y se dirige a comprobar más detenidamente lo que parece ser una
caja o urna de madera. La arrastra a la arena. Y al abrir el arca contempla con
enorme sorpresa una imagen de la Virgen de la Asunción. La dedicatoria
escondida allí también da la dirección y los destinatarios de la misma: “Soy
para Elche”.
A partir de ese momento,
el fiel guardacostas se apresta a cumplir el deseo de la Señora. Coloca la
imagen de La Virgen María sobre una carreta tirada por una yunta de bueyes a
fin de dirigirse a donde ha querido la Virgen: a la ciudad de las palmeras.
El camino es largo y hoy
día lo recorren unos cuantos millares de personas, que acompañan por salinas,
juncos, tierras, campos y ciudad a su patrona, acompasando su marcha al paso constante
de los bueyes.
Hay una parada a medio
camino: Necesaria para reponer fuerzas, para estrechar amistades, para la espontánea
convivencia y para también acercarse a la carreta parada, donde la imagen de la
Virgen de la Asunción muestra su belleza, reclinada graciosamente en su arca. Ella
es gracia, es caminante, es compañera de camino.
Después del alto, la
patrona continúa su andadura, como cuando de Nazaret subió a Belén, aclamada de
cuando en cuando con ese flechazo de Francesc Cantó, que la presenta y la
aclama: -¡Viva la Virgen de la Asunción! -¡Viva! –contesta el pueblo.
Una imagen encontrada
sobre las olas, flotando sobre el mar, rescatada; que viene en rescate, en
ayuda; ancla de esperanza para toda persona que se quiera, desde su regazo,
acercar a su Hijo, verdadero Salvador de todos.
Tu amigo…
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Una historia tantas veces escuchada, y siempre nueva.
ResponderEliminarPero ¡contada de este modo!, te deja el corazón esponjado y la emoción a flor de piel.
GRACIAS.