Estamos todavía en
primavera; los árboles y las plantas verdean, florecen, crecen. Parece que toda
la sierra, el monte te invita a un paseo por ellos para aspirar aire puro y
fresco y renovar también en nosotros la vida.
Una de las aficiones más
saludables puede ser precisamente el senderismo. La montaña está surcada de
sendas y no se precisan más condiciones para hacer el camino por ellas que
encontrar unas fuertes y cómodas botas, echarse a la espalda la mochila, la
gorra a la cabeza y vestir la ropa que resulte más adecuada. Así equipados, en
solitario o en grupo se pueden sin más comenzar a patear los caminos del monte.
Son muchos los beneficios
que se extraen de esas caminatas: la paz y el sosiego, la contemplación del
paisaje, el ejercicio físico, en ocasiones también la dureza del camino. Pero
especialmente se llenarán los pulmones de aire fresco. Y puede ser que en algún caso se llegue a rozar incluso el éxtasis
Haciendo relación a este
último fenómeno, recuerdo haber ascendido durante la noche a un volcán
centroamericano. Eran otros tiempos en que en grupo de compañeros de estudio
buscábamos la cumbre. Me impactó la altura del coloso que rondaba los 4.000
metros. Pero lo que realmente me extasió hasta derramar lágrimas, fue la
belleza de la llanura esmeralda de selva tropical, que se fundía muy a lo lejos
con el océano Pacífico.
El camino, sobre todo, es
una metáfora de nuestra vida. Hace poco alguien preguntaba: ¿Por qué personas
que no son nada creyentes se extrañan de que yo no haya hecho el camino de
Santiago? ¿Qué le encuentran al camino de Santiago (Ciudad
en Galicia, España, donde está el santuario de este apóstol) para ver tan esencial su
recorrido? Quizá la respuesta a estas preguntas sea la que se ha apuntado
antes: que nuestra vida es un camino; en él hay momentos dulces, pero también
situaciones arduas, peligrosas.
Y como final, el camino
de montaña, sobre todo si llegamos a la cumbre, nos acerca más al cielo, a
Dios. Jesús de Nazaret escogió algunas veces –no sabemos cuántas- la montaña para dialogar en la intimidad con
su Padre. También para nosotros el sendero puede ser una invitación a
reflexionar en nuestra vida, a ver lo positivo de ella, sin dejar de lado la
curva difícil y la parte escarpada y peligrosa de la misma. Además, puede desatar
en nosotros el éxtasis, la nostalgia de una felicidad y un amor infinito que
sólo están en Él.
Bien, amiga, amigo. Ahí
tenemos servida una invitación al senderismo -yo me apunto-; a sacarle el máximo rendimiento y la máxima
altura a esta actividad montañera.
Vuestro amigo,
Francesc
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