domingo, 15 de junio de 2014

SER POSITIVO (1)

La educación no consiste en corregir los defectos, en insistir en que los corrija el educando, sea hijo o alumno. Eso no le va a cambiar. La educación consiste en desarrollar lo bueno que el educando muestra para que con esa fortaleza pueda dominar sus flaquezas. Y esta estrategia vale para toda persona.


En concreto, consiste en desarrollar sus valores, sus motivaciones positivas, como la amabilidad, la confianza, la libertad de elección, el respeto por la vida, la esperanza, todas ellas voces del verbo amar.

En cierta ocasión, una persona pasó por un campo deportivo en que un entrenador, -un buen entrenador, por lo que se dirá-, estaba desarrollando su tarea. Como esta persona tenía confianza tanto con el entrenador como con sus jugadores, se le ocurrió decirle a uno de estos deportistas que había fallado: -¡Qué fallo, hombre! Pero el entrenador, para confusión de esta persona, le anuló dirigiéndose así al deportista: -¡Bien, chaval, sigue intentándolo; tú puedes!

Si queremos consolidar lo bueno en aquellos a quienes educamos, o sencillamente en una persona con quien nos relacionamos, es imprescindible alabárselo. Cuando encontremos algo bueno en los hijos, en los alumnos, en los amigos, o en general, en aquellos con quienes convivimos, hemos de decírselo. Porque evidentemente, todos tenemos cosas buenas y malas. Pero si hacemos un listado de las buenas y otro de las malas, predominará con toda seguridad lo bueno con respecto a las deficiencias que podamos observar en cualquier persona.

Muchos padres aman a sus hijos, pero nunca se lo dicen. Por supuesto, se tiene que querer a los hijos; también a los niños o jóvenes a quienes educamos y además, debemos estimar a aquellos con quienes nos relacionamos. Pero es muy importante que todos aquellos a quienes atendemos, sepan que los estimamos; esto ¡es esencial!

Lo mismo que prodigar el aplauso, la alabanza, como hemos anticipado ya. Pues el aplauso es la forma más eficaz de consolidar lo bueno que tienen las personas. El aplauso, por ejemplo, en el escenario habremos observado que es como una caricia psicológica con la que los pequeños artistas –y también los menos pequeños-  adquieren confianza en sí mismos. 

Es muy sencillo practicar el ser positivo. Por ejemplo, si casualmente  observamos que un chico, o una chica ha leído bien en público, tenemos la oportunidad y no nos cuesta nada decirle: -Lo has hecho bien; lo has dicho como un buen locutor de radio, o como una buena presentadora de televisión. Comprobaremos que esta manera positiva de hablarles funciona de maravilla y les ayuda a avanzar en su desarrollo como personas. 

Ahora bien, hay que decírselo de tal manera que sepan que aún hay tarea por delante; no conviene hacerles creer que ya han llegado a la cumbre. Es lo que hubo que explicarle a un chico llamado Pelé, que jugaba muy bien al fútbol y que como tal había salido en los papeles locales. Su entrenador le dijo aparte: -Si te lo crees, ha acabado tu carrera. Hizo caso, ¡y vaya si ha conseguido ser una persona respetable y rey del fútbol!

También en todo esto de ser positivo, es válida aquella sentencia de Francisco de Sales: “Se cazan más moscas con una gota de miel que con un barril de vinagre”.

Por tanto, amiga, amigo, ¡a ser positivo!, a alabar, a aplaudir lo bueno de la gente. Yo también me apunto el primero a esto de ser positivo: Apreciada lectora, apreciado lector, te estimo y estoy feliz de considerarme

Tu amigo,
Francesc

(1)  Adaptación del artículo de José Antonio San Martín en el Boletín Salesiano

No hay comentarios:

Publicar un comentario