lunes, 30 de junio de 2014

¡QUÉ BELLEZA, DIOS MÍO!



¿Qué tal amiga, amigo? ¿Cómo va el verano, o el invierno si lees la reflexión en el hemisferio sur? Pues, creo que el mensaje de esta quincena en esta ocasión te vale de todos modos, porque calienta y a la vez refresca: la belleza. Sin lugar a dudas, algo esencial para nuestra existencia, que nos atrae y nos fascina, conmoviendo todo nuestro ser.


Cuando era muchacho, y seguí con el misterio de esta expresión muchos años, recordaba la frase de un pariente mío pintor. Si había hecho un viaje este pariente y había captado en su gira un atardecer, un paisaje… encantador –yo creo que no necesitaba tomar apuntes de los colores, sólo algunos trazos de la disposición del escenario natural visto- decía al comentarlo: “Això té eixa cosa” (Valenciano: Eso tiene “esa cosa”). 

Lo repetía tantas veces que me quedé con la tan expresiva frase para el pintor, pero que tan poco me decía a mí: “eixa cosa”. Hasta que dándole vueltas, un día entendí que lo que significaban aquellas dos palabras era la belleza, la sorpresa de lo bello que extasiaba al artista y que le llenaba de un placer íntimo. Y que también le abría una necesidad, un impulso de gozo creativo para plasmarlo en color y forma sobre el lienzo.

Pero entre aquello que nos fascina y atrae del mundo natural, está por encima de todo, la belleza del hombre, o de la mujer, del ser humano. No hay duda que un día, en un momento conmovedor, nos 

-No lloro. Es que tengo unnosequé en el ojo...

sorprende un rostro, un cuerpo, una forma de ser que nos atrae de tal manera que no podemos dejar de pensar en ella, o en él por muchos días (meses o años).
  
No podemos hacer análisis, separaciones de esta percepción tan agradable nuestra, pero hemos de reconocer con sinceridad que si nuestra mirada es pura, si no convertimos en ídolo la persona admirada, encontramos en ella unidos dos aspectos de nuestra esencia: el bien y la belleza, cosa que los griegos ya habían descubierto. Vemos unida a una belleza arrolladora, también una bondad, que puede conjugarse en comprensiva, o en alegre, o en que sabe compartir,  o en que es solidaria… Vemos una gran belleza, pero también una persona que respetar y amar.

 -No lloro, es que me hiere la brisa...


Nuestra mirada hacia la belleza es pura, y no vemos a la persona admirada como un ídolo, cuando echamos a funcionar la verdad y no nos ofuscamos. Entonces podremos decir al contemplar a nuestra mujer u hombre rebosantes de belleza: -“Dentro de ti circula una corriente de belleza, pero tú no eres la Belleza” (Zygmunt Krasinski).

Porque la Belleza es Dios. Y en alguna ocasión, aprovechando precisamente nuestra placentera experiencia, nos puede decir, sin palabras, con una sonrisa comprensiva: -¡Qué hermosa y buena es esta mujer que estás admirando, o ese hombre que te hace soñar! Pero es sólo reflejo del encanto, de la felicidad que yo quiero y te puedo dar estando junto a ti.


Tu amigo,
Francesc



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