lunes, 29 de diciembre de 2014

DON BOSCO, BUEN PASTOR

      Estamos a principios de enero -por cierto, ¡Feliz Año 2015!- mes en que los amantes del gran educador Don Bosco le dedican sus días para celebrarlo. Su festividad es, con todo, el 31 de este primer mes del año. Y se celebra con gran alegría, pues su estilo de tratar a los jóvenes se reconoce como un precioso regalo para la humanidad. No está mal dedicarle un espacio y unos minutos en esta reflexión quincenal. Nos puede ayudar a bucear en el interior del Padre y Maestro de la juventud. 



      ¿Qué hay en el interior de Don Bosco? Las raíces de su vida, y por tanto de su proyecto educativo -gracias a Dios tan difundido por sus numerosos seguidores en todo el mundo- son esencialmente cristianas. Su modelo es Jesús, el Buen Pastor. Al final de un episodio que relataremos, y del que salió milagrosamente vivo, Don Bosco descubrirá con lucidez su vocación. En aquel momento hará esta rotunda promesa: “He prometido al Señor que, hasta el último aliento, estaré al servicio de mis pobres muchachos”.

     Desde entonces su entrega será generosa, su donación total para quienes se siente llamado por Dios. Pero lo que en esta ocasión se quiere resaltar es que los destinatarios preferidos de su servicio son “sus pobres muchachos”. Don Bosco pondrá todas sus energías, físicas, intelectuales y de corazón a disposición de los “más pobres y abandonados”. Si lo queremos expresar de otra forma: el Padre de la Juventud había entendido aquellas palabras de Jesús cuando la “multiplicación de los panes y peces”: “Y al desembarcar vio (Jesús) una gran muchedumbre y se compadeció [padecer con] de ellos, porque eran como rebaño que no tiene pastor, y se puso a enseñarles con calma”. 

    Jesús ayudó a los pequeños y agobiados: cojos, ciegos, leprosos, viudas desamparadas, ajusticiados, paralíticos, angustiados, enfermos; y si se acercó a gente de otro nivel fue por su condición de “pecadores”: ladrones, prostitutas que sentían el peso de su “culpa” y andaban también desorientados y angustiados.

    De acuerdo a esto, el gran educador de los jóvenes sintió como propias las necesidades de los jóvenes concretos de la periferia de Turín en los años de la primera industrialización. Y se acercó a ellos para darles el alimento del cuerpo y el alimento del espíritu que necesitaban. Cosa, que no es tan fácil realizar. Es ya una ayuda preciosa educar a un joven durante cierto tiempo. Pero si no se le educa para toda su vida, si no se llega a padecer-con-él sus miserias, sus deficiencias, sus tristezas y también sus ilusiones...Si el educador no se entrega como un padre, como un amigo, como una madre, la ayuda a ese joven, a esa chica queda a medio camino. Don Bosco se entregó así de entero, fue el buen pastor de cada muchacho, y del ambiente que se vivía en su Oratorio, es decir, de todo el rebaño.

    Pero, ¿no se iba a contar el suceso que provocó esa tan fuerte promesa de Don Bosco? –Sí. Fue este: Los primeros años de su trabajo educativo con los jóvenes de Turín fue agotador. Aparte de la falta de recursos, tampoco disponía de un lugar fijo y menos todavía de un edificio donde cobijarlos y de un patio propio donde pudieran divertirse. Estaba solo y habiendo de remediar tanta necesidad de todo tipo para sus muchachos… llegó un momento en que no pudo más y cayó al suelo desvanecido. Cuando recobró el conocimiento habían pasado muchas horas, los muchachos no habían parado mientras tanto de rezar y hacer promesas para que no falleciera y les dejara solos… Don Bosco entonces vio claro que el que siguiera con vida se lo debía a ellos, ¡les debía la vida!

     Amiga, amigo si no tenemos una llamada tan exigente como la del fantástico educador Don Bosco, por lo menos su actitud vital nos anima a entregarnos, a amar cuanto más podamos.

     Vuestro amigo
     Francesc

 

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