“El
dramaturgo francés Paul Claudel hace exclamar a uno de los protagonistas de “La
Anunciación a María”: “¿Para qué es la vida sino para darla”? Con este título,
es encantador el artículo aparecido en el periódico español ABC en que José
Luis Restán presentaba la noticia de la nueva repatriación por ébola, (a España
desde Malí) de la médico de la ONG Médicos Sin Fronteras (MSF).
No
me resigno a desaprovechar la fuerza con que el autor redacta sus reflexiones.
Por lo que he preferido citar al pie de la letra sus pensamientos. Los
párrafos, por tanto, entrecomillados son del autor citado, José Luis Restán.
Es
una agradable sorpresa y es a la vez aleccionador, encontrar en la reseña de José
Luis Restán estos anónimos protagonistas que cita de la lucha contra el ébola: “La
avanzadilla de este combate contra el ébola la nutren misioneros (como nuestros
salesianos y hermanos de San Juan de Dios, en primera línea de fuego) y
miembros de ONG como Médicos sin Fronteras (MSF)”.
En
esta otra cita, el columnista nos amplía la noticia que ocupaba los periódicos
del día en España: “La doctora española, miembro de MSF, ha podido contagiarse al sufrir
un pinchazo con una aguja con la que había administrado su tratamiento a un
enfermo” de ébola. “Rápidamente ha sido trasladada al hospital Carlos III de
Madrid, donde se comprueba si ha sufrido contagio y recibirá, en su caso, el
tratamiento adecuado”.
Hasta
aquí, aquello que es la información tal cual. Sin embargo, de acuerdo a quién
es y a quiénes representa la afectada, la referida noticia ha de tener una más
honda consideración, cosa que algunos
periodistas de la crítica hacen, pero profundizando en las aguas
revueltas del temor y del miedo, sin tener en el centro de su consideración a
las personas que protagonizan esta lucha sin cuartel contra el ébola, como la
doctora médico, repatriada e ingresada ahora para su observación en el hospital
madrileño. Así lo analiza el articulista Restán:
“El
primer impacto de este acontecimiento no debería ser de nuevo el miedo, ni
tampoco el revuelo. Antes bien el estupor: ¿cómo es que hay gente que arriesga
su vida en esa frontera del dolor? ¿Qué raza es esa, para la cual la propia
seguridad, el confort y la carrera no dictan el camino de la vida? Entiendo que se les denomine héroes, pero yo
prefiero decir sencillamente que son hombres y mujeres desde la raíz. Gente que
nos recuerda el significado de nuestra propia vida, a aquello a lo que estamos
llamados en cada una de nuestras circunstancias concretas, por grises que nos
parezcan”.
Valientes
preguntas y acertadísima respuesta. Nos parece que puede ser bueno responder a las
preguntas: “¿cómo es que hay gente que arriesga su vida en esa frontera del
dolor? ¿Qué raza es esa, para la cual…?”, aparte de la respuesta ya dada tan acertadamente
por el periodista, una más concreta, basada en la definición que el cardenal
español, Marcelo Spínola daba del salesiano:
“El salesiano es el hombre de la
abnegación y de la humildad (…) que hace el bien creyendo que no hace nada, que
se sacrifica sin darse cuenta, y más aún casi ignorándolo y que, llegado a su
última hora, se considera el último de los servidores de la Iglesia. Va donde
lo mandan, toma las cosas y las acepta como son y construye su nido lo mismo
entre las ramas floridas como sobre la piedra más saliente de una áspera y
desnuda roca (los que luchan contra el ébola). Sus virtudes características son
no lamentarse nunca, aunque todo vaya contra él y no dejarse abatir jamás
esperando siempre en la providencia”.
Que
conste que este retrato del salesiano es un ideal, y que vamos acercándonos a
él lo más que podemos, pero mucho más nuestros bravos misioneros, entre los que
también englobo a todos los que trabajan en esos campos en que lo prioritario
es arriesgar la vida por los demás.
Vuestro
amigo
Francesc.
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