Cuando hablábamos en el anterior
artículo -“Ecología con mayúsculas”- de que la Naturaleza tiene evidentes
imperfecciones, habíamos colocado una interrogación. ¿Qué quería decir este
signo de interrogación? Pues que la Naturaleza tiene evidentemente esas
imperfecciones que ponen obstáculos a la vida, a la armonía de la Tierra –terremotos,
inundaciones, incendios, sequías, enfermedades... Sin embargo, hay forma de ver
que esas “imperfecciones” tienen un cierto sentido en la realidad de la Tierra.
Porque hay muchas ventanas desde donde
se puede observar el mundo. Vamos a limitarnos a las dos probablemente
principales para nosotros: la ventana científica
y la ventana religiosa. Según...(1) estas
visiones del mundo que se aprecian desde estas dos ventanas, no se oponen, son
ambas legítimas. Y si una de ellas no invade a la otra, entonces las dos son complementarias y de esta
manera con las dos, se puede obtener una visión más cabal del mundo.
Amparados, pues, en la visión religiosa del mundo podemos observar que,
si leemos el Génesis, el hombre no es ni mucho menos un ser estático... Pues tiene
encomendada una tarea con respecto al mundo. El hombre ha de “trabajar y cultivar
la tierra”, palabras simbólicas que encontramos en la Biblia y que indican que
de alguna forma el ser humano ha de modificar, reparar las imperfecciones de la
Tierra; ha de inventar herramientas para hacer más fácil su vida... En una
palabra, ha de luchar para subsistir, para vivir. (El hombre dotado de un mundo
perfecto no tiene sentido en la Tierra, no podríamos ni imaginarlo; la lucha es
parte "obligada" de su ser).
Y aun más, el Creador lo ha dotado
de inteligencia para que sea co-creador con él, a fin de que continúe su
creación, la mejore y perfeccione aquello que es su hábitat. Y todavía más, lo ha hecho responsable de la Tierra, para que se encargue de ella.
Hace poco me contaban que un
guatemalteco del norte de su país, obediente a los tradicionales pensamientos
de su ancestral pueblo, el día que había de sembrar el grano de maíz se retiraba
al campo que había de preparar, y allí reflexionaba y oraba. En ese tiempo él,
en la soledad de su retiro, pedía a la madre tierra que le perdonara por las heridas
que iba a infligirle al abrir los surcos y los hoyos para introducir el grano.
Le prometía, además, ocupar solamente el rodal de selva que le fuera
absolutamente necesario para alimentarse sobriamente ese año. Y de este modo,
en penitencia por el daño que le iba a causar, pasaría toda la noche en silencio,
en reflexión y oración.
Creo que no es necesario comentar
qué diferencia tan abismal hay entre la actual visión (en general) de la Naturaleza y la que
tiene este hombre guatemalteco. Porque según la Biblia – y el guatemalteco según
la acertada y respetuosa visión de su antigua cultura- nosotros no somos los
dueños de la Naturaleza. Somos sus cuidadores, sus jardineros, sus servidores.
Es un regalo del Creador que hemos de cuidar y desarrollar para beneficio de
todos nosotros y de todos los seres vivos, a fin de que la Tierra esté bella y llena de
vida.
Vuestro amigo,
Francesc
(1) Francisco José Ayala, Licenciado en Teología y en Física, considera que la ciencia y la religión son ventanas distintas al mundo, por lo que muestran aspectos distintos de él. "No tiene por qué haber contradicciones -comenta Ayala- entre ellas, a no ser que alguna cruce los límites y se entrometa indebidamente en los asuntos de la otra."
(1) Francisco José Ayala, Licenciado en Teología y en Física, considera que la ciencia y la religión son ventanas distintas al mundo, por lo que muestran aspectos distintos de él. "No tiene por qué haber contradicciones -comenta Ayala- entre ellas, a no ser que alguna cruce los límites y se entrometa indebidamente en los asuntos de la otra."
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