viernes, 31 de julio de 2015

DESPISTES ECOLÓGICOS




Cuando hablábamos en el anterior artículo -“Ecología con mayúsculas”- de que la Naturaleza tiene evidentes imperfecciones, habíamos colocado una interrogación. ¿Qué quería decir este signo de interrogación? Pues que la Naturaleza tiene evidentemente esas imperfecciones que ponen obstáculos a la vida, a la armonía de la Tierra –terremotos, inundaciones, incendios, sequías, enfermedades... Sin embargo, hay forma de ver que esas “imperfecciones” tienen un cierto sentido en la realidad de la Tierra.



Porque hay muchas ventanas desde donde se puede observar el mundo. Vamos a limitarnos a las dos probablemente principales para nosotros: la ventana científica y la ventana religiosa. Según...(1) estas visiones del mundo que se aprecian desde estas dos ventanas, no se oponen, son ambas legítimas. Y si una de ellas no invade a la otra,  entonces las dos son complementarias y de esta manera con las dos, se puede obtener una visión más cabal del mundo. 


Amparados, pues, en la visión religiosa del mundo podemos observar que, si leemos el Génesis, el hombre no es ni mucho menos un ser estático... Pues tiene encomendada una tarea con respecto al mundo. El hombre ha de “trabajar y cultivar la tierra”, palabras simbólicas que encontramos en la Biblia y que indican que de alguna forma el ser humano ha de modificar, reparar las imperfecciones de la Tierra; ha de inventar herramientas para hacer más fácil su vida... En una palabra, ha de luchar para subsistir, para vivir. (El hombre dotado de un mundo perfecto no tiene sentido en la Tierra, no podríamos ni imaginarlo; la lucha es parte "obligada" de su ser).

Y aun más, el Creador lo ha dotado de inteligencia para que sea co-creador con él, a fin de que continúe su creación, la mejore y perfeccione aquello que es su hábitat. Y todavía más, lo ha hecho responsable de la Tierra, para que se encargue de ella. 



Hace poco me contaban que un guatemalteco del norte de su país, obediente a los tradicionales pensamientos de su ancestral pueblo, el día que había de sembrar el grano de maíz se retiraba al campo que había de preparar, y allí reflexionaba y oraba. En ese tiempo él, en la soledad de su retiro, pedía a la madre tierra que le perdonara por las heridas que iba a infligirle al abrir los surcos y los hoyos para introducir el grano. Le prometía, además, ocupar solamente el rodal de selva que le fuera absolutamente necesario para alimentarse sobriamente ese año. Y de este modo, en penitencia por el daño que le iba a causar, pasaría toda la noche en silencio, en reflexión y oración.

Creo que no es necesario comentar qué diferencia tan abismal hay entre la actual visión (en general) de la Naturaleza y la que tiene este hombre guatemalteco. Porque según la Biblia – y el guatemalteco según la acertada y respetuosa visión de su antigua cultura- nosotros no somos los dueños de la Naturaleza. Somos sus cuidadores, sus jardineros, sus servidores. Es un regalo del Creador que hemos de cuidar y desarrollar para beneficio de todos nosotros y de todos los seres vivos, a fin de que la Tierra esté bella y llena de vida.

Vuestro amigo,
Francesc 

(1) Francisco José Ayala, Licenciado en Teología y en Física, considera que la ciencia y la religión son ventanas distintas al mundo, por lo que muestran aspectos distintos de él. "No tiene por qué haber contradicciones -comenta Ayala- entre ellas, a no ser que alguna cruce los límites y se entrometa indebidamente en los asuntos de la otra."

No hay comentarios:

Publicar un comentario