Para esta quincena, nos gustaría llenar esta reflexión con la
belleza de una vida. Cuando nos enteramos de que el misionero salesiano español
Miquel Gaya Timoneda (Tarragona) había fallecido (22 de junio de 2015) en su misión de Brasil, con
una cosecha tan plena: su labor ha sido una donación tal de vida que ha ido
regalando día a día a los indios de aquellas comarcas brasileñas… que no nos
resistimos al impulso de comunicároslo.
El misionero Miquel Gaya con 'sus' indios en Brasil |
El padre Miquel estaba en sus últimos días enfermo de cáncer.
Cuando él veía que pronto acabaría su vida, nos daba hasta cierto punto el
testigo de su labor y este acertado consejo: “La fuerza de empezar de nuevo en
los momentos difíciles de la vida, revelan las virtudes de fe, espiritualidad,
humanos y cristianos”.
Miquel Gaya llegó con 39 años a Brasil como misionero
salesiano. En primer lugar aprendió la lengua portuguesa. Después de su
ordenación de sacerdote dedicó su labor durante 30 años en misiones indias del
estado de Mato Grosso.
El misionero Miquel Gaya Timoneda |
En una entrevista publicada en una publicación de ámbito
salesiano el padre Miquel reveló que su interés en ser misionero fue motivado
por el deseo de vivir con los indios.
Según el presidente de la Misión Salesiana en Mato Grosso,
“el padre Miquel Gaya se preocupó por seguir de cerca los indios, por lo que
trabajó para la salud de esos pueblos, que luchaban por la propiedad de la
tierra y la inculturación. “Viajó en el pensamiento indígena, leyó el
pensamiento indígena, orando por el Xavante y Bororo y vivió toda su vida por
ellos”.
La hermana Nelcina Alves, que trabajaba en la misión
de Sangradouro donde trabajaba también el padre Miquel dijo en su funeral: “Doy
gracias a Dios por la presencia de Miguel en Sangradouro como sacerdote. Fue
una entrega real de la vida, vivió con intensidad cada momento con alegría,
dedicación, sobre todo con la causa indígena. Para mí es un muy buen ejemplo”.
Cuando atendemos diariamente a tantas noticias, a tantos
hechos y vidas señaladas por el error, la confusión, y hasta la desesperación y
la falta de juicio en la vida... y cuando observamos que los medios se recrean en
airearlos y en ofrecer detalles escabrosos y no ciertamente ejemplares… Nos
parece ideal -ejemplar- presentar aquí esta vida consagrada a la donación
en ayudar a los indios Bororos y Chavantes.
La alegría, la felicidad del misionero/a es inexplicable |
Y me atrevo a decir, que también una vida -la del padre Miquel- consagrada a la
felicidad. Porque la felicidad de un misionero es inexplicable, no se puede
hacer comprender, salvo por alguien que sea misionero, o lo haya sido.
Aunque no lleguemos a disfrutar de la belleza y felicidad de
la vida de un misionero, como la del padre Miquel Gaya, nos podemos
acercar a ellas, si llenamos nuestra vida de donación y de entrega por quienes nos
necesiten.
Tu amigo,
Francesc.
(1) OMPRESS-BRASIL (29-06-15). Adaptación de esta noticia.
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