En ocasiones
nos invade la timidez, el temor, la incomodidad de acercarnos a personas
'diferentes'. Con lo cual, no estamos a tiro para poderles observar, cruzar las
miradas con ellos y menos todavía poderles tocar.
¿Les
tocamos? Para tocar o dejarse tocar por una persona, la debemos querer,
estimar, tener confianza. De quien no conocemos, de quien no confiamos, nos
mantenemos a distancia.
Con niños, adolescentes y jóvenes
encontramos a chicas o muchachos 'diferentes'. Diferentes por su historia
familiar, por sus aspectos físicos o mentales. Lo más cómodo, e injusto, es no
hacernos encontradizos con ellas o ellos, pues nos cuesta, si es que no los
etiquetamos y así más fácilmente evitamos nuestra atención por ellos. Porque decimos:
- Si es un hiperactivo, ya se sabe, dando problemas por donde va…
Pero, podemos acercarnos a ellos,
escucharlos, conocer sus puntos de vista, sus dificultades, y también sus
cualidades y su buen corazón. Podemos aprender a tratarlos.
En una ocasión un profesor contaba que daba clases de repaso en las vacaciones escolares. No conocía demasiado a los alumnos que habían suspendido en junio. Pero observaba que uno de ellos se atascaba en un ejercicio de matemáticas. Se acercó al muchacho, le preguntó qué es lo que no entendía y le explicó algunas cosas básicas. Después, le dio una palmadita a la espalda a la vez que le decía -¡Ánimo, tú puedes con esto; no es difícil!
El profesor no recuerda -dice- el resultado con las matemáticas del chico, sólo su apellido y que su padre vino a encontrarse con él verdaderamente satisfecho: -Estoy encantado -le dijo- de qué manera ha animado usted a mi hijo; esa palmadita y ese ánimo le han hecho mucho bien. A mí las matemáticas tampoco me iban bien de estudiante.
Muy gráfico resulta este curativo "tocar" de Jesús en el caso del jefe de la sinagoga, Jairo, que suplicó al Maestro: -Mi hija se me muere; ven a aplicarle las manos para que se salve y viva. Jesús se fue con él. Por el camino le dieron la triste noticia : -Tu hija ha muerto. Pero Jesús le dijo: -Ten confianza y basta. Cuando llegó a su casa, dijo a la gente que hacía duelo: -No está muerta, está dormida. Y entrando a la habitación donde yacía, tomó a la chiquilla de la mano y le dijo: -Muchacha, levántate. Ella se levantó y echó a andar (tenía doce años). Y encargó que le dieran de comer.
El profesor no recuerda -dice- el resultado con las matemáticas del chico, sólo su apellido y que su padre vino a encontrarse con él verdaderamente satisfecho: -Estoy encantado -le dijo- de qué manera ha animado usted a mi hijo; esa palmadita y ese ánimo le han hecho mucho bien. A mí las matemáticas tampoco me iban bien de estudiante.
Muy gráfico resulta este curativo "tocar" de Jesús en el caso del jefe de la sinagoga, Jairo, que suplicó al Maestro: -Mi hija se me muere; ven a aplicarle las manos para que se salve y viva. Jesús se fue con él. Por el camino le dieron la triste noticia : -Tu hija ha muerto. Pero Jesús le dijo: -Ten confianza y basta. Cuando llegó a su casa, dijo a la gente que hacía duelo: -No está muerta, está dormida. Y entrando a la habitación donde yacía, tomó a la chiquilla de la mano y le dijo: -Muchacha, levántate. Ella se levantó y echó a andar (tenía doce años). Y encargó que le dieran de comer.
Por eso, en estos casos de diferentes,
de personas con dificultades, hay que sembrar, se debe atender, hay que
“tocar”…, ya vendrá la cosecha. Pero está claro que lo que venimos diciendo es
cierto: Una ayuda, por pequeña que sea, a una persona diferente, puede ser su
salvación.
Vuestro amigo
Francesc.
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