domingo, 29 de noviembre de 2015

LA SABIDURÍA DE LA VIDA


 


Atendiendo a la incomparable sentencia castellana, en esta reflexión quincenal intentaremos presentar “la sabiduría de la vida”. Esta sentencia dice así:
                                            “… que al final de ‘esta jornada’,
                                   aquel que se salva, sabe
                                   y el que no, no sabe nada”.
El hombre que en el evangelio pregunta a Jesús de Nazaret cómo puede salvarse, representa a toda la humanidad, porque es la pregunta y la búsqueda de todos.


Los hinduistas buscan en la oración, la meditación y en los ritos llegar a Brahman, divinidad suprema, para así retornar a quien les hizo. Los musulmanes anhelan llegar al paraíso, por lo cual oran diariamente, ayunan y practican la hospitalidad. Los budistas buscan la felicidad suprema con la meditación y el yoga. 
Y la pregunta más certera que Francisco de Sales, obispo católico, dirigió al jefe de los calvinistas suizos fue esta: -Según el calvinismo, ¿en la Iglesia católica hay salvación? El calvinista se retiró a otra habitación a consultarlo un buen tiempo. Después regresó y contestó Francisco: -Sí, hay salvación.

¿Y qué responde Jesús de Nazaret a aquel hombre que le pregunta cómo puede salvarse?
-Cumple los mandamientos (no robarás, no matarás, no cometerás adulterio…)
A lo que el hombre le contestó: -Esto ya lo he cumplido desde mi juventud. Jesús le miró con simpatía y le dijo: -Si quieres ser perfecto (si quieres comprender y tener ese talismán de sabiduría), véndelo todo (sé pobre, aprende a disfrutar con poco), dáselo a los pobres (amor de donación) y tendrás un tesoro en el cielo (la salvación).
Esta confidencia que guardo como un tesoro sucedió hace unos años. La mujer, ya mayor y a punto de morir, le dijo a su hija que la asistía en esos instantes cruciales: -Hija, ¿tú crees que yo he acabado todo lo que debía hacer en esta vida? No. Me voy sin haberlo acabado.
No era una tarea física lo que no había terminado la moribunda, sino su construcción auténtica, aquello a lo que ella aspiraba; no lo había conseguido.
Ante la confesión de esta mujer mayor en su último trance, no debemos angustiarnos. 

Es el mismo Jesús de Nazaret quien quita la angustia de sus discípulos: -Entonces, ¿quién podrá salvarse? -Para los hombres -les contesta- es imposible, no para Dios; para él nada hay imposible.
Estimada amiga, o amigo, la clave del negocio más grande que tenemos, la salvación, no está solo en nuestras manos, sino que está en las manos de Quien nos ama. Este negocio es un regalo más que una conquista.

Tu amigo,
Francesc






No hay comentarios:

Publicar un comentario