Resulta, amiga, amigo que en ocasiones observamos que personas y
colectivos, hacen buenas y admirables actuaciones y proyectos solidarios por
los suyos. Pero esto no lo realizan por los que no entran en esa esfera de los
suyos.
Parece que vean a los suyos
correctos, dignos de atención- En cambio, a los demás, a quienes profesan otras
ideas (políticas, religiosas…), o son de otros países, de otras lenguas o
culturas, o razas… parece que no los consideran dignos de la ayuda suya. Ante esto, se debería tener
siempre en cuenta, que en todos los grupos humanos hay personas que responden
positivamente a los demás, y otras que no lo hacen.
Sin embargo, en todos los grupos hay personas que han dado el paso hacia
la globalidad, la universalidad, y respaldan a todos los que las circunstancias
les ponen “a tiro”, sean de la condición que sean, cuando tienen unas carencias
inaplazables.
¿Cuál ha sido la fuerza que les ha
podido impulsar a dar este paso, no solo noble y laudable, sino requerido y
exigible a toda persona? No se puede dudar que ha sido una fuerza espiritual
que mueve con plenitud toda la persona. Esta fuerza nos hace percibir que todos
somos en el fondo iguales, aunque con aspectos y circunstancias diferentes. Y,
sobre todo, que quien nos ha situado en este mundo, porque nos ha querido, -y
nos quiere-, nos ha pedido libremente una respuesta de fraternidad hacia todos los hombres,
como él la tiene, si queremos alcanzar la plenitud humana y la felicidad para
siempre.
Esto lo confirma Jesús de Nazaret, cuando dice: -Felices los que buscan la paz, porque Dios los nombrará hijos suyos. Yo también espero para vosotros y
para mí esta felicidad que no merecemos, pero que intentamos alcanzar al
colaborar al plan divino con nuestro esfuerzo en atender a quienes nos
necesitan.
Vuestro amigo,
Francesc
Soleada y exuberante esta vista fotográfica. Sugiere al que la contempla disfrutar de la belleza, de la vida derramada en esta mañana primaveral. — en Elche -Alicante - España.
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