Hace
poco, el 7 de mayo, se celebraba el día de la madre. Una buena ocasión para a
valorar y agradecer la función de las madres. Una tarea continua, diaria. Un
corazón que nunca se para por sus hijos.
Pero
en la vida real encontramos también personas a las que, aun no siendo madres, por circunstancias
de la vida, les toca hacer la inestimable tarea de madre.
Publicaron el vídeo en las redes sociales. Aparecía
una figura de niña, toda decidida, de unos seis o siete años. Salía de casa hacia
la calle con determinación, a comprar un regalo que le hiciera ilusión a su hermana
mayor.
De
repente, se encuentra frente al escaparate de una joyería. Y se queda encantada
con una piedra preciosa que emitía su verde resplandor colgada del cuello de un
maniquí.
Entra
y se dirige al joyero:
-¡Buenos
días! Quiero esa piedra preciosa.
El
joyero reprime su sorpresa, la mira y le pregunta: -Pero, ¿tú tienes el dinero
que vale?
La
niña saca del bolsillo su dinero: un puñadito de monedas que se esparcen por el
mostrador. Y le pregunta: -¿Es suficiente? Es para mi hermana mayor, porque cuando
mi madre murió, es ella la que me cuida.
-Sí,
sí. Está bien –responde el joyero. Saca una caja forrada de damasco rojo y coloca en su interior la piedra y el collar...-Aquí
tienes.
La
niña da gracias y se va.
Lógicamente,
no mucho tiempo después, llega la hermana mayor llevando la caja roja con la piedra
preciosa. Es una joven de unos veinte años, tal vez algo demasiado seria... Intenta
la disculpa haciendo al mismo tiempo entrega de la caja abierta en la que relucía
la verde esmeralda: ¿Cuánto le ha dado mi hermana pequeña? Ella no tenía dinero.
-Eso
es un secreto. A quien compra en esta tienda, le respetamos el secreto.
La
joven dice con extrañeza: -¿Y ahora qué?
-Ahora
es tuya. Ella te lo ha regalado. Probablemente para que se vea tu sonrisa.
Tu
amigo
Francesc
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