DON BOSCO, PADRE Y MAESTRO DE LA JUVENTUD |
No sé si conocerás la “dinámica de los ojos vendados”. No
importa. Porque esta dinámica es bien sencilla y tiene unas aplicaciones muy
apreciables si se realiza bien.
Se trata de que, por parejas uno/a le vende los ojos al otro
o a la otra y le conduzca por un recorrido dándole órdenes, como ‘derecha’, ‘para’,
‘adelante’, ‘izquierda’. La meta, por ejemplo, si es un estudiante, puede ser
llevarlo al sitio habitual que tiene de clase.
Si se ha realizado con atención, es decir, si se ha hecho
experiencia de sentir el desvalimiento que produce la ceguera, por un lado, y
de la presencia amiga del compañero/a, que le ha guiado, por otro. En este caso,
será fácil averiguar qué ha aprendido el “ciego”, mediante un par de
preguntas. Primera: ¿Qué has sentido en esta experiencia en quien alguien te ha
guiado? –Confianza. Con lo cual, la muchacha que ha contestado así, ha
eliminado prácticamente la segunda pregunta que se le iba a hacer. Que era esta:
-Te iba a preguntar: ¿Ha aumentado tu confianza en quien te ha guiado?
En la vida necesitamos continuamente confianza. Necesitamos,
al menos un círculo de personas en quienes confiar, so pena de que nuestra vida
sea un conjunto de sobresaltos y engaños.
Ahora que estamos, por cierto, en el mes que la familia
salesiana llama de Don Bosco. Su fiesta, en efecto, se celebra el próximo 31 de
enero. Será bueno recordar que él basaba su genial sistema de acoger a los
muchachos, en particular a los pobres y abandonados, bajo el abrigo de esta
actitud: “De la familiaridad nace el afecto, el afecto lleva a la confianza;
ésta abre los corazones de los jóvenes, que manifiestan todo a sus educadores.
Serán sinceros en todo, estarán dispuestos para todo si se dan cuenta de que
son amados”.
No hay duda de que para crear esta confianza, hay que estar
cerca, vivir, mejor dicho, convivir, compartir la vida, interesarse por la
persona del/la otro/a. Así lo entendió el gran educador Don Bosco cuando creó
el oratorio, un estupendo ambiente donde los muchachos jugaban, se divertían, estudiaban,
aprendían oficios para poder trabajar y abrirse camino en la vida. Se
experimentaba el afecto entre educadores y jóvenes. La confianza entre
compañeros. Y se conocía también la confianza en Dios, cimentada en el amor que
nos tiene; y en una madre que nunca dejaba en abandono, la Virgen María.
Tu amigo,
Francesc Soler
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