domingo, 1 de abril de 2018

LA GRATITUD





¿Por qué un joven, una muchacha no cae en la cuenta de que sus padres llegan agotados del trabajo? ¿Y que, aun así, han de hacer frente a la lavadora, a la cocina, a la limpieza, e incluso –más importante- atender las necesidades, las relaciones con sus hijos?

En primer lugar, hay algunos que sí. Sería el primer peldaño. Pero esto si hay verdadera empatía –como se dice ahora- y comprensión con sus progenitores. Y luego debería seguir una conversión –girarse hacia los padres de pleno- y ayudarles haciendo las camas, retirando a su lugar la ropa usada... Y especialmente, tratarlos con el delicado cariño que se merecen. Porque ellos han sido sus ángeles antes incluso de nacer y hasta ahora. Y son incontables sus atenciones, trabajos, sufrimientos y desvelos por ellos…


Ahora bien, no solo a los jóvenes, a todos –sin evitarle la vergüenza a quien esto escribe, que también- nos fallan las gafas –primer escalón- de ver los regalos, los dones no solo los que recibimos y hemos recibido de los padres, además también de los maestros, de los/as amigos/as, de los compañeros y compañeras de trabajo, vecinos… Y hasta de aquellos a quienes atendemos, entre los que hay de todo, pero también quienes nos agradecen nuestro servicio de todo corazón. Y hasta hay quienes nos perdonan la vida cuando hemos metido la pata, con esa frase que tanto nos alivia: -No pasa nada.

Sin olvidar al Padre de la vida, que nos ha llamado a la existencia; no se separa de nuestro lado, cuidándonos de mil maneras. Y nos ha dado la Vida nueva resucitada en su Hijo Jesús, para disfrutar sin fin.
Vuestro amigo,
Francesc. 







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