Hola,
amiga o amigo. Me alegro de poderte
saludar y compartir contigo esta reflexión
quincenal. Esta vez se refiere a
vosotras, las mujeres. Pero me han
dicho que también hay algún caballero,
algún chico que comparte con ellas
este calificativo de invisible. A pesar
de ello, a lo largo de estas
líneas, supongo que irás coincidiendo
conmigo en que la inmensa mayoría del
colectivo “invisibles” lo componen las
chicas, las mujeres.
Lo primero naturalmente consistirá en explicar el porqué de ser “invisibles”. Pues es muy sencillo: Las mujeres, especialmente las esposas, madres…, también las abuelas, realizan a diario –además si trabajan fuera- innumerables tareas y funciones; ya se sabe, atender a las personas “a su cargo”, velar por su salud, por su bienestar; tener cómodo y limpio el hogar… Funciones y tareas que las más de las veces pasan desapercibidas, todo lo más se perciben como consabidas, y por tanto irrelevantes, casi inexistentes. Entonces estas personas se pueden considerar invisibles; no son percibidas.
Los maridos, la mayoría de ellos son deliciosamente despistados de esas infinitas tareas y funciones. La prueba está en que apenas se encargan de algo aunque modesto (“vete a comprar pan”), lo magnifican, lo ponen por las nubes, como una tarea de mucho relieve (“si no es por mí, no habría pan en esta casa”). Además, se olvidan de preguntarle a su media naranja cómo ha pasado el día, y ¡ay! si no se lo pregunta ella, si no le dice: “Descansa, cariño, que vienes muy rendido”.
Y no digamos nada de los hijos. Estos “ven menos” todavía las tareas y las funciones de sus madres. Apenas regresan del colegio, se olvidan de besar a su progenitora (les besa ella), o al menos de preguntarle cómo está. Ahora bien, lo que nunca olvidan es de tirarle de la ropa y exigirle atención a lo suyo (“que si me ha pasado esto, que si necesito que me compres lo otro”…).
Por este motivo las féminas suelen resultar “invisibles” para sus más inmediatos y queridos atendidos.
¿Por qué sucede esto? Pues porque la entrega, el amor para con sus allegados es total. Y así lo exige la naturaleza misma de esta entrega, sin esperar nada a cambio. Pero al mismo tiempo la persona es humana, llena de sentimientos y, afortunadamente, también con sus debilidades. Y espera ese pequeño detalle, esa caricia, ese “te quiero”, ese “gracias” que… a veces, no llega.
Por eso te animo, amigo, amiga y me animo a mí mismo a “ver más” a estas mujeres (también caballeros y chicos) y obsequiarles con ese detalle que se merecen y que les hace muy felices.
Tu amigo
Francesc
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