Amiga, amigo, estamos
contigo en esta segunda quincena de
noviembre. Esta vez reflexionando -de
nuevo- sobre algo sorprendente, mejor
dicho, aparentemente contradictorio: los jóvenes
nos educan. ¿En qué quedamos? (1)
Los jóvenes son críticos, pues nos observan y sacan conclusiones. Y sobre todo observan si somos felices y coherentes. En el camino educativo, que podemos definir como "un conjunto de experiencias que revelan poco a poco al niño y al joven el sentido profundo de la vida y de la persona", ¡y no otras cosas!… podemos percibir cómo avanzan los niños y los jóvenes, si llevan una buena guía, un buen rumbo.
Pero ellos son los protagonistas. Nosotros, pues, con sencillez hemos de comprobar que en esta tarea, aprendemos siempre más de lo que logramos enseñar. Los niños y los jóvenes nos “obligan” a quienes estamos en la tarea educativa a conocernos a fondo.
Recuerdo la confidencia de un profesor: “Al salir de clase me disparó una chica con toda espontaneidad: -‘No hacía falta que hubieras alzado tanto la voz’. Lo tenía bien presente, me había excedido. La muchacha captó muy bien que había retrocedido en mi camino habitual muchos metros. Que no iba por buen camino, y había sido un estorbo, una incoherencia esa impaciencia mal gestionada”.
Así como, por el contrario, en otras ocasiones –ellos te observan aunque tú no caigas en la cuenta- también puede que incluso abran sus ojos de admiración por lo que haces. “En aquel asunto -me contó un vigilante- solo había tratado de llevar un chico malherido a la clínica. Pero ella, una chica, me observó. Y al volver me lo dijo con admiración. –‘No tiene importancia, -le contesté disimulando mi complacencia-, cuando llegamos a la clínica estaba yo más para que me atendieran a mí’…”
Amigas y amigos, si sois de alguna forma educadores, si tenéis menores a vuestro cargo, como padres, como maestros, monitores, médicos, abuelos, sicólogos… tenéis una encantadora tarea con unos encantadores cómplices. Os animo –y me animo a mí también- a aceptar con humildad sus enseñanzas, para saber lo que necesitan estas chicas y estos chicos; que ellos nos lo van expresar de una u otra forma. Ellos nos dirán, además, cómo quieren que seamos. Sin duda, aprenderán de nosotros también, pero solo si somos felices y coherentes.
Pues bien, yo también os deseo: ¡que seáis felices!
Vuestro amigo,
Francesc
(1)Adaptación del artículo de Don Pascual Chávez Villanueva del Boletín Salesiano
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