sábado, 1 de marzo de 2014

SABER PERDONAR (1)



En las relaciones diarias con nuestros parientes, compañeros, amigos recibimos o proporcionamos molestos golpes, que al final hacen sufrir y producen heridas. Necesitamos para restaurar nuestra sincera relación practicar el perdón, saber perdonar.


Los desagradables golpes que recibimos o que damos a diario pueden ser aquellas palabras que hieren, los reproches que nos dirigimos por no poner atención y escucharnos de verdad… A veces estos golpes pueden ser causados por el amor que nos manifestamos, pero de forma insuficiente. También en ocasiones “nos pasamos”, al expresar de forma exagerada al otro/a  nuestras propias desilusiones, o al protagonizar esos asfixiantes silencios. Todo esto, sin contar con las pequeñas disputas debidas al cansancio, al nerviosismo.


Para suavizar las heridas y contusiones que provocan estos golpes diarios, nos convendrá practicar el que Bruno Ferrero llama “el raro arte del perdón”. Y aunque esta expresión nos hace entrever que a las personas nos cuesta gestionar el perdón, sin embargo este autor nos asegura que afortunadamente es un arte que está en nuestras manos aprender y practicar. El mismo autor ha preparado diez consejos para practicar el perdón. De ellos, nosotros escogeremos en esta ocasión, solo cinco. ¡Ahí van!


Lo primero a tener en cuenta en cualquier relación, es que somos “diferentes”, y por tanto, ni la forma de ver las cosas, ni el modo de reaccionar del otro van a ser iguales que los nuestros. Lo que sí nos iguala es el corazón; hay que estar continuamente escuchando la temperatura del corazón del otro y preguntarle “su modo de usarlo” (“Si te amo mal, dímelo; si te hago sufrir, dímelo, para que cambie. Si te amo como se debe, dímelo también para que siga así”).


Los “contratos”, los acuerdos, funcionan muy bien. La síntesis de todos ellos puede resumirse en esta expresión: -Hagamos un contrato, “no nos haremos sufrir voluntariamente”.


Tener en todo momento una “visión global” de nuestra relación es muy conveniente para no exagerar la influencia de los pequeños litigios. Ellos no nos deben ocultar los aspectos maravillosos de nuestra relación.  Démosles a los pequeños problemas solo la importancia que tienen, y nada más. Que no nos impidan decir con sinceridad: ¡ANTE TODO TE QUIERO!


Es reconfortante tener en cuenta que en esto del perdón se ha comprobado que el amor crece practicando los “pequeños perdones”. Después del perdón, la relación no es nunca como la que teníamos antes del conflicto; ¡es mejor!

¡Ah!, y “cuanto antes” se pida perdón, mucho mejor. 

En una ocasión, un amigo no correspondió al saludo de su amiga que le sonreía celebrando su presencia después de días de no verse. Simplemente movió la cara para otra parte (¡cosas de los sentimientos, que nos pueden jugar una mala pasada!). Este amigo esquivo tardó meses, por las circunstancias; pero un día, inesperadamente, se presentó la ocasión y de forma impulsiva, pidió perdón a su amiga. Y aunque la amiga no le llegó a decir “te perdono”, -no hacía falta, al parecer- con la petición “perdóname” quedó zanjada la dolorosa situación. Y la relación no solo no se deterioró, sino que se reforzó aún más. 

Por último, conviene saber que existen unos momentos mágicos para practicar el perdón. Es al atardecer del día, o por la noche, cuando el amor responde mejor; cuando estamos más receptivos. En ese momento parece que todo nos invita a pedir perdón o a dar el perdón sellándolo tal vez con un beso de amor.


Vuestro amigo,
Francesc
(1)  Adaptación del artículo de Bruno Ferrero en el Boletín Salesiano
 

1 comentario:

  1. Si quieres escribir tu comentario, te puede ser útil que sigas estos pasos:
    -Selecciona en el menú de "Comentar como" el modo: Nombre/URL
    -Escribe en el espacio Nombre, el nombre que desees
    -Clica "Continuar"
    -Luego, clica en “Vista previa” y resuelve las letras que aparecen
    -Y publica el comentario

    ResponderEliminar