El significado más común
de este término (paciencia) lo aplicamos a la actitud, a la conducta de quien
aguanta, soporta impertinencias de los otros; ¡cuánta paciencia tiene con los
niños!, ¡cuánta paciencia tiene con su padre ya mayor…! Pero realmente la paciencia
es una actitud, una forma de comportamiento que tiene una aplicación mucho más
amplia, y no reviste siempre esa tonalidad exclusivamente negativa. La
paciencia bien entendida puede ser un aliado nuestro muy beneficioso.
Es cierto que la
paciencia, que viene de la raíz de “padecer”, implica esfuerzo, trabajo,
realizar algo que te cuesta. Pero también se la puede aderezar con dulzura, con
la serenidad… -es decir con el amor- que dan a la paciencia otro sabor.
Cuando tú tienes que
acometer algo de gran dificultad, que es desagradable, que entraña un esfuerzo
continuado; por ejemplo estudiar una carrera, enfrentarte a una situación
delicada, nueva…, evidentemente tienes
que poner en marcha la paciencia para que tu esfuerzo pueda mantenerse. Pero te
va a ayudar –y mucho- si en esta
paciencia, en este aguante, pones el condimento de la dulzura, de la serenidad…,
si buscas los aspectos agradables de esa tarea; si miras mucho más allá de los
objetivos inmediatos (la esperanza), si te das el descanso, la diversión que
necesitas.
Un/a estudiante es
imposible que en una asignatura odiada, no le pueda sacar punta a algún aspecto
agradable de la misma que le haga sonreír y descargar así su estrés. O puede
también pensar, para levantar los ánimos, que lo que pretende es coronar esa carrera
tan ilusionante…, y esto le exige que estudie el área que se le hace tan
pesada.
Recuerdo unas jugadoras
de voleibol, que lo que más sorprendía de ellas en el partido no era el buen
juego, que también, sino la alegría, lo que disfrutaban apoyándose, sacando lo
mejor de sí mismas. Si perdían el punto, coreaban: “¡No ha sido nada, es un
punto de nada; a la primera, se recupera!”. Si habían conseguido puntuar
coreaban también: “¡Ohé!”, chocando las palmas. (Te aseguro que conseguían de
esta manera más triunfos).
¡Claro, que a veces se
les deslizaba alguna lágrima por sus mejillas! Pero sin duda, se rinde más cuando
se buscan y manejan los aspectos agradables del esfuerzo, de la paciencia. Y teniendo
en cuenta que muchas de las cosas que hemos de hacer requieren tener paciencia,
vale la pena seguir esta estrategia.
El agricultor, nos hace
reflexionar el evangelio, espera con paciencia el fruto de lo que ha plantado y
sembrado. Los padres, los educadores esperan que se note en los hijos el
trabajo educativo, la atención que han dedicado a sus pupilos. Es cierto que
cuesta, que a veces nos apetecería salir de donde estamos para tomarnos un
respiro, lejos y largo. Si lo podemos hacer, hay que hacerlo, pero sin
abandonar la tarea que nos toca y tratando en ella de practicar la dulzura, la
serenidad; buscando lo agradable, -que siempre hay-, de las cosas.
Vuestro amigo,
Francesc.
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