domingo, 30 de marzo de 2014

SOBRE LA PACIENCIA



El significado más común de este término (paciencia) lo aplicamos a la actitud, a la conducta de quien aguanta, soporta impertinencias de los otros; ¡cuánta paciencia tiene con los niños!, ¡cuánta paciencia tiene con su padre ya mayor…! Pero realmente la paciencia es una actitud, una forma de comportamiento que tiene una aplicación mucho más amplia, y no reviste siempre esa tonalidad exclusivamente negativa. La paciencia bien entendida puede ser un aliado nuestro muy beneficioso.




Es cierto que la paciencia, que viene de la raíz de “padecer”, implica esfuerzo, trabajo, realizar algo que te cuesta. Pero también se la puede aderezar con dulzura, con la serenidad… -es decir con el amor- que dan a la paciencia otro sabor.

Cuando tú tienes que acometer algo de gran dificultad, que es desagradable, que entraña un esfuerzo continuado; por ejemplo estudiar una carrera, enfrentarte a una situación delicada, nueva…,  evidentemente tienes que poner en marcha la paciencia para que tu esfuerzo pueda mantenerse. Pero te va  a ayudar –y mucho- si en esta paciencia, en este aguante, pones el condimento de la dulzura, de la serenidad…, si buscas los aspectos agradables de esa tarea; si miras mucho más allá de los objetivos inmediatos (la esperanza), si te das el descanso, la diversión que necesitas.

Un/a estudiante es imposible que en una asignatura odiada, no le pueda sacar punta a algún aspecto agradable de la misma que le haga sonreír y descargar así su estrés. O puede también pensar, para levantar los ánimos, que lo que pretende es coronar esa carrera tan ilusionante…, y esto le exige que estudie el área que se le hace tan pesada.

Recuerdo unas jugadoras de voleibol, que lo que más sorprendía de ellas en el partido no era el buen juego, que también, sino la alegría, lo que disfrutaban apoyándose, sacando lo mejor de sí mismas. Si perdían el punto, coreaban: “¡No ha sido nada, es un punto de nada; a la primera, se recupera!”. Si habían conseguido puntuar coreaban también: “¡Ohé!”, chocando las palmas. (Te aseguro que conseguían de esta manera más triunfos).

¡Claro, que a veces se les deslizaba alguna lágrima por sus mejillas! Pero sin duda, se rinde más cuando se buscan y manejan los aspectos agradables del esfuerzo, de la paciencia. Y teniendo en cuenta que muchas de las cosas que hemos de hacer requieren tener paciencia, vale la pena seguir esta estrategia.

El agricultor, nos hace reflexionar el evangelio, espera con paciencia el fruto de lo que ha plantado y sembrado. Los padres, los educadores esperan que se note en los hijos el trabajo educativo, la atención que han dedicado a sus pupilos. Es cierto que cuesta, que a veces nos apetecería salir de donde estamos para tomarnos un respiro, lejos y largo. Si lo podemos hacer, hay que hacerlo, pero sin abandonar la tarea que nos toca y tratando en ella de practicar la dulzura, la serenidad; buscando lo agradable, -que siempre hay-, de las cosas.

Vuestro amigo,
Francesc.


1 comentario:

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