Cuando se lee este titular, nos sorprende que exista unión
del evangelio –buena noticia de Dios- con quienes no creen en él. Pero, es
que, precisamente en el evangelio de Mateo, capítulo 25, encontramos la
sorpresa más grande todavía de que para “ser benditos del Padre” no consta la fe
ni las prácticas religiosas, solo se citan algunas acciones de ayuda hechas en favor de quienes las necesitan: “Tuve hambre y me disteis de comer, tuve sed y me
disteis de beber, fui forastero y me hospedasteis, estuve desnudo y me
vestisteis, enfermo y me visitasteis, en la cárcel y vinisteis a verme”.
Y para todavía mayor asombro, se dice en este capítulo del
evangelio de Mateo, que los practicantes de estas acciones altruistas y
generosas no caerán en la cuenta de que esa atención se la hicieron al mismo
Dios.
Y es que las personas somos muy diferentes, y Dios no juzga
los planteamientos de cada persona, ni religiosos ni de otras formas de ser,
ligadas a nuestro origen, educación, cultura… Y sobre todo, de circunstancias… No
podemos criticar a la ligera la forma de ser de las personas, pues si
hubiéramos tenido sus mismas circunstancias, probablemente también tendríamos
los mismos estigmas que ahora vemos en ellos. No por nada decía el filósofo: "Yo soy yo
y mi circunstancia".
Dios, del ser humano, mira solo el corazón. El ateo sincero –que
es de lo se trata aquí-, o el que no tiene Dios ni religión, no ha llegado a
ver que lo más importante de la vida es algo que no se ve ni se puede probar.
Pero no puede soslayar que su prójimo es como él y que tiene el deber de
ayudarle en la necesidad, so pena de convertirse en cruel y en lugar de
hermano, comportarse como un egoísta anulador de su semejante.
El teu amic,
Francesc
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