domingo, 6 de mayo de 2018

AMOR DE MADRE, ICONO DIVINO





Está todavía reciente el día de la madre, al menos por estas latitudes donde me muevo. Ese amor de entrega, de protección del hijo, si fuera necesario hasta dar la vida, se asemeja a lo que entendemos de Dios: “Aunque una madre se olvidara del hijo de sus entrañas, yo nunca me olvidaría de ti”.

No hace mucho pudimos recibir ese estremecedor vídeo en que a una madre le presenta el médico los dos gemelos que ha alumbrado en el parto; el uno llora y se mueve; está vivo. Pero el otro está muerto.

La madre, sollozando amargamente toma a su hijo muerto, lo estrecha con esa hondura de madre que ni siquiera podemos imaginar. Pasan unos tensos segundos… hasta que vemos que la manita del bebé se mueve… su cara se va llenando de sangre y de vida. ¡La fuerza del amor de su madre lo ha vuelto a la vida!
El vídeo puede haber sido escenificado. Pero aquello que queda patente, con todo, es el amor hasta el final de una madre por su hijo.

El amor de la madre es un trasunto del amor de Dios. Ambos aman sin pedir nada a cambio. Atienden todas las necesidades de sus hijos. No tienen otra preocupación sino que sean felices.

Sean buenos o se dejen llevar por malos caminos, siempre tendrán asegurado –en este último caso, entre lágrimas- el amor de la mamá.

Vuestro amigo,
Francesc. 

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