viernes, 15 de abril de 2016

REDES Y PESCA



Después de una gran alegría nos pasa muy a menudo que perdemos fuelle. Que en el caso más concreto de que hayamos compartido con alguien una felicidad, una sintonía extrema, esta se vaya difuminando y vayamos restándole importancia a esa super-bonita relación, y volvamos a la rutina pesada y desdibujada.



 ¿No les pasó esto mismo a los apóstoles visitados por Cristo resucitado? Los discípulos volvieron –según nos afirma el evangelio de Juan- a sus lugares comunes: Galilea, el lago, la barca, las redes, la pesca. ¿La pesca? ¿Es que pescaron algo? Tal vez este fracaso fue el detonante para considerar que habían perdido su amor primero.

-Ámame como tú lo haces
Llamamba mucho la atención una frase escrita en inglés sobre el asfalto. A pesar de la exposición a la intemperie, aun dice así: “Ámame como tú lo haces”. La proclama de amor, con letras blancas, estaba al abrigo de un bonito corazón azul, ahora desdibujado. Esto es lo que, al final convence(?) a un amante; se conforma con que las cosas sigan así, con ese sencillo amor, con aquello que da de sí el corazón humano, frágil e inconstante. No es una mala consideración.

Pero ¡no! El corazón del/de la amante necesita más compromiso, más ilusión, más pasión, a pesar de la ausencia o del olvido de su amado/a. Es lo que le pasó a Jesús resucitado. Habían convivido con él; es más, habían sido testigos de su resurrección; les había comunicado su Espíritu… y ellos, sus amigos, sus discípulos volvían a la barca y a las redes. A la rutina de antes. ¿Qué les quedaba del amor de su Maestro que, además, había dado su vida por ellos y ahora se la regalaba a manos llenas; que era su vida?

¡Será oportuno un buen tropezón -¿un fracaso, como el de la pesca cero?- para reaccionar y “ver” otra vez el valor de un amor! Redescubrir la felicidad, la compañía del amante y “amado”. Declararle de nuevo el amor, porque lo hay, pero se había quedado escondido, como apagado.

Amiga, amigo, ¡qué humano es esto! Pero lo que es ya divino es el volver a sentir la alegría y la pasión de nuevo. Sentir, en este caso, que con él, santo y feliz Jesucristo –como le cantaban cristianos anteriores- se romperá la red, llena de alegría, de vida y de felicidad.


Amiga todavía, amigo todavía: ¡Feliz Pascua!
Francesc


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