El niño no ha empezado aún la Educación Infantil. Con sus dos añitos y
pico, cuando ve el rostro de Cristo crucificado, dice muy seguro con su lengua
de trapo, al preguntarle -¿Quién es? -¡Chus! Decírselo con una ternura que le
llegue al pequeño puede ser la clave para algo tan importante para él como
poderle transmitir el patrimonio de nuestras creencias.
Unas palabras al oído, como solía practicar el gran educador Don Bosco
para acercarse más al corazón del muchacho, una palmadita a la espalda dándole
ánimos, tal vez sean de una importancia tal que hagan surgir de dentro de una
persona, más si es joven, un optimismo, una confianza en sí mismo que pueden
salvar su vida.
Escribir unas pocas
palabras de ánimo o alabanza en un papel. O palabras al oído, un saludo. Una
sonrisa. Escuchar. Preguntar. Felicitar. Decir “gracias”. O “me ha gustado".
Una palmadita. Pueden significar la salvación de una persona. Sobre todo si es
niño o joven.
¿Por qué no lo hacemos? ¿Por qué con frecuencia lo escatimamos? Porque no valoramos
la fuerza, la trascendencia de las cosas pequeñas. Valoramos más el envoltorio,
el envase que el contenido. Cuando lo que cuenta de verdad es la entrega tuya
en las cosas pequeñas que haces. Con este detalle puedes llegar a la persona de
forma personal y sencilla. Puedes alcanzar el corazón, aspecto central en las
relaciones. Y llegar a despertar confianza.
Como ejemplo de esta gran fuerza de
las cosas pequeñas, te relataré lo que observaba en unos carteles mantenidos por
tres niños que contenían estas frases en forma de soluciones a situaciones de
conflicto:
·Tengo enfado y lo arreglo
con la sonrisa
·Veo la pobreza y lo
arreglo con la pequeña aportación de lo que tengo
·Siento el agobio y lo
combato con una palabra de ánimo
Apreciada, apreciado amigo, te sugiero, primero a mí mismo,
que le demos el valor a lo –que parece- pequeño, so pena de engañarnos en
nuestra percepción y actuación.
Tu amigo,
Francesc
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