El mal nos acecha de formas muy diversas. Ya esa canción de lamento, que entonces cantaba un chaval en El Salvador: “¿Para qué sirve ser bueno? Se te ríen en la cara. Que me lleve la corriente...", lleva una carga catastrofista de la insidia con que nos envuelve el mal.
Para algunos, el mal es un escándalo para creer en un Dios
que lo permite. Pero la Palabra de Dios ya nos muestra esta realidad desde las
primeras páginas: “El hombre y la mujer (Adán y Eva, que nos representan a todos)
somos pecadores”. "Y -continúa el relato- dijo Dios al hombre: -Con el sudor de tu frente comerás el pan, hasta que vuelvas a la tierra de la que fuiste formado". Es decir, tenemos que construir nuestra vida trabajosamente,
en medio de muchas penalidades; y aceptar la muerte.
Porque los terroristas siembran el pánico en la sociedad. Entonces, las
persones tratan de sobrevivir con grandes renuncias, de libertad, de patria, de
paz... Quienes ponen en el poder destructor la seguridad de sus intereses, piensan
que cantaran victoria y que nunca se les pedirán cuentas de sus tropelías. Pero
Jeremías escribe ya la verdad de la última pesadilla de estas personas: “Acabarán
avergonzadas de su fracaso, con rubor eterno que nunca se olvidará”.
A pesar de que parezca lo contrario, es más potente, sin
embargo, el amor inteligente, para la construcción de la paz.
En esta propuesta, tú, amiga o amigo –y por supuesto quien
esto escribe- estamos invitados a trabajar, convencidos de que tanto las acciones
buenas como las malas –también las nuestras- no dejarán de ser juzgadas. Las buenas,
para una gran recompensa. Las malas, no quedarán impunes. Porque estamos en manos
de Dios, Señor de la vida, Padre de los vivientes. Y Él es justo, sabio. Pero,
por encima de todo, es misericordioso.
Por tanto, es de 'sabios' confiar en esta mirada
providente de Dios, porque no caigamos en la trampa del miedo.
Tu amigo,
Francesc
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