jueves, 14 de febrero de 2019

EL SECRETO DE LA MATERNIDAD (1)





Siempre hemos admirado el amor de las madres. Y en especial, claro está, la ternura de nuestra madre, si hemos tenido la enorme suerte de tenerla. La madre es algo divino. Un ser humano maravilloso que le salió de lo más precioso a Dios.


Pues la función de la madre -si quiere ser como debe ser- es aceptar que los hijos son engendrados en el dolor y en el amor durante toda la vida. Durante toda la vida, entonces, ha de ser capaz una madre de atesorar en su corazón una educación que comprenda la paciencia y la firmeza hacia la perla más querida de su corazón.

¡Hay situaciones en la vida del hijo en que la madre no logra comprender lo que le ocurre a su tesoro. Son situaciones dolorosas. Pero ella continúa amando y protegiendo como puede a su hijo. Y la vida sigue proporcionándole cercanías y alejamientos de su tesoro. Debe entender entonces que su hijo lo va engendrando ella, pero lo debe ir ofreciendo. La madre se convierte en una oferente de sus hijos; los debe entregar. Una tremenda grandeza.

Es comprensible que el dolor que siente por los alejamientos de los hijos le haga llegar a decir: -Cuando la madre muera, ya no tendrás que comunicarte con ella. Pero ahora, no te olvides de ella.

La madre posee así una tremenda grandeza. Difícil, con frecuencia, de entender por los hijos. Algo podemos comprender si nos fijamos en María, la madre de Jesús. Ella es un modelo de madre; sufre y medita en su corazón las cosas que no entiende de su Hijo. Pierde y recupera a Jesús. Disfruta con aquello que muestre el tesoro de su corazón, su hijo. Pero siempre confía en Dios Padre, cuyo plan es el amor, y así sí que vale la pena esperar todo de Él.

Vuestro amigo,
Francesc

 (1) Inspirado en el "Tema de Febrero de 2019" para la asociación salesiana ADMAS

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