¡Qué
contradicción de realidades golpeó aquel día al maestro! ¡Como si le hubieran
dado un par de bofetadas! Resulta que había peleado con el menor, con su
alumno, cursos y cursos. Pero su tarea no había dado fruto. Ni había suscitado
interés por aprender, en su educando. Ahora, en cambio, le daban la noticia de lo bien que había actuado dicho chaval en una actividad cultural, que requería mucha memoria, trabajar mucho la expresión y derrochar mucha constancia.
¿Qué habría
pasado? ¿Algún afortunado 'educador' habría encontrado el filón precioso de este
chico? Por un lado
se lamentaba de no haber buscado en exceso ese don del muchacho cuando lo tenía en la escuela. Por otro, se alegraba de esta novedad después de muchos años y
después de una respuesta en ellos siempre negativa.
Esta situación puede
pasarnos a los maestros, a los educadores, pero en la misma extensión, a los
padres, a los monitores, a los parientes y amigos o amigas. En resumen, a todos
los interesados en ayudar a encontrar la verdadera personalidad, la formación
de la misma, con la intención de ver felices y preparados a quienes estimamos.
Nos puede
pasar. Pero continuamos reflexionando en por qué en algunos casos, estos
menores tardan tanto en reaccionar y agarrar la vida con la mejor disposición y
formalidad.
Puede que
nos ayuden, mientras no dejemos jamás de sembrar la semilla de valores con
nuestra paciencia y nuestros consejos, -que a su tiempo ¡siempre! producen sus frutos-, las
palabras del gran educador Don Bosco: “La primera tarea de un educador es
conocer a su educando, saber cuál es la fibra sensible que motiva al chico o a
la chica que tiene delante”.
Vuestro
amigo,
Francesc
No hay comentarios:
Publicar un comentario